jueves, 3 de noviembre de 2022

Entre octubre y noviembre

Cuando se fundó el colegio y empezó sus actividades educativas, en ese lejano pero maravilloso año de 1984, el equipo docente y los promotores afrontaron un nuevo dilema cuando estaba por finalizar octubre. ¿Celebraríamos el Día de la Canción Criolla o Halloween, el día de las brujas y los muertos?

A todos los retos y planteamientos alternativos que habían sido la matriz del proyecto, optando finalmente por la solidaridad, la búsqueda de verdad, la libertad y la creatividad como actitudes que llevan a valores universales y propugnando la necesidad perentoria de cambios sociales para aportar a la creación de una sociedad más justa y una democracia participativa, se sumaban –en la vida escolar cotidiana-, exigencias y situaciones problemáticas que se debían absolver desde una mínima coherencia con el Ideario, tal como hemos revisado en los artículos anteriores, sobre los principios pedagógicos del Colegio La Casa de Cartón.

 

¿Que si el nintendo o el play station, que cuántas horas de tele, que si celebrar los cumpleaños en lugares privados caros o si hacer una celebración sencilla –para todos- en el colegio, que si Halloween o el criollismo? Aspectos relacionados con la vestimenta, la alimentación, los útiles escolares, los trapper kipper de ese entonces (una especie de super folders hermosos pero a los que no todos tenían acceso), y así un montón de cuestiones que se iban afrontando conforme surgían, que fueron ampliando los postulados del proyecto educativo a las diferentes áreas y consideraciones de la vida. 

El colegio nació como una alternativa a la educación tradicional y a los valores socio culturales de un sistema discriminador y anti democrático, cuya representatividad dejaba mucho que desear. Así que, desde los inicios, lo de Halloween y la influencia ideológica que suponía por parte de los países de habla inglesa (Estados Unidos, el Reino Unido, Irlanda y Canadá, especialmente) en el “American Way of Life” (estilo de vida norteamericano y/o de los países del hemisferio norte en general), fue revisado críticamente.

El colegio no promovió ni celebró dentro de sus instalaciones el Halloween, pero si alentó el gradual descubrimiento de la música criolla y diversas manifestaciones culturales de costa, sierra y selva que coadyuvaran a una mayor identificación con la “peruanidad” (1).   

Conforme el mundo se globalizó con las computadoras e internet, la pertenencia a la Humanidad se hizo cada vez más patente y ser ciudadanos del mundo o desarrollar ciudadanía ambiental pasó a constituirse un propósito bastante fundamentado en el colegio. El debate entre tipos de sociedades, que si socialista o neoliberal, fue quedando atrás con la certeza de que cualquier estructura social alternativa, necesariamente tendría que contemplar el respeto irrestricto a la Naturaleza mediante modos de producción saludables (no contaminantes y cuyos productos sean fácilmente biodegradables). No hay otra opción, ya que las alertas sobre el riesgo planetario y el daño irreparable al Medio Ambiente, dadas por científicos y organizaciones del más alto nivel de cualificación, así lo afirman contundentemente.

 

En ese nuevo escenario mundial y si ubicamos el primero de noviembre como el Día de los Muertos o de los Difuntos, para las sociedades occidentales con influencia cristiana de amplio espectro (no solo católica), entonces se hace más sencillo desdibujar los linderos y acoger como prácticas análogas aquellas que “celebran” tanto a los fallecidos, como mantienen vivos en el recuerdo a sus muertos, o asumen irreverentemente a la muerte con disfraces, fiestas y pedidos de golosinas casa por casa.

Los muertos y la muerte generaron curiosidad, misterio y fascinación desde el comienzo de los tiempos. Todos los pueblos, de todas las culturas y civilizaciones, han venerado a los muertos y vivido un respetuoso fervor por la muerte, estableciendo todo tipo de rituales y ceremonias para acallar los miedos que genera y generó desde las primeras largas caminatas que, partiendo de África -donde el sapiens apareció como especie-, poblaron el mundo.

Muchos de los rituales y ceremonias asociados a la muerte nos hacen ver que tanto los antiguos humanos como los actuales, elaboraron y mantienen creencias en una “vida en el más allá” o en la “otra vida”. Los entierros con vasijas, ornamentos, alimentos y hasta acompañantes (familias, guerreros o allegados enterrados vivos junto al fallecido), así lo evidencian.

La historia ha registrado las ocurrencias de los grandes imperios, civilizaciones, culturas y pueblos de la antigüedad gracias a la invención de la escritura. Pero resulta bastante farragoso adentrarse en explicaciones sobre pueblos de la prehistoria, justamente por no contar con relatos, si no, tan sólo, con monumentos, restos arqueológicos, tumbas o cementerios, así como vestigios culturales de corte artístico o utilitario (estatuas, pinturas, orfebrería, artesanía culinaria, tradiciones, mitos y leyendas y demás). Los celtas son uno de esos pueblos prehistóricos.

 

El Samhain de los celtas y de los ibéricos presenta componentes muy similares a los del Halloween actual y ancestral de los países de habla inglesa. Las similitudes con el Día de los Muertos celebrado en México y en todo el orbe occidental, salvando distancias de forma y algo de fondo, también están presentes. No se pierda la continuación de estas indagaciones históricas para redefinir si es posible empatar Halloween con el Día de los Muertos y evaluar en qué lugar queda la celebración de la música criolla. 

Mientras tanto, es oportuno irnos preguntando: ¿Halloween y/o Día de la Canción Criolla? ¿Cómo es ahora y qué reflexiones se hacen al respecto con los estudiantes y las familias?

 

 

                                                                                                                             Carlos Ureña Gayoso

                                                                                                                        Integrante de EDUCALTER

 

 

(1)  “Peruanidad” o “ser peruano” alude a una serie de aspectos históricos, geográficos, económicos y socio culturales que tendrían que definirnos y permitir identificarnos como miembros de un país. En artículos anteriores hemos revisado lo relativa y ambigua que puede ser la “peruanidad” y la urgente necesidad de seguir dotando de contenido a este concepto, dada la diversidad étnica y cultural que nos caracteriza.  

 

 

 

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