Cuando
llegó el primer día de clases, de aquel lejano marzo de 1984, me sentía
ilusionado pero con miedo. Estaba lleno de entusiasmo, a la vez que consciente
de la enorme responsabilidad y del tamaño del reto que tenía al frente. Sería
el profesor de primer grado de primaria y por primera vez en mi vida, enseñaría
a leer y escribir a niños y niñas de 6 y 7 años. Ese día empezó la aventura
docente que cambió mi vida.
Venía
de enseñar matemáticas a alumnos particulares y de haber estado a cargo de
cuarto y quinto años de secundaria en un colegio particular de Lima. Me gustaba
ser profesor pero, a pesar de los pocos grandes modelos de maestros que tuve,
todavía creía que yo sabía y los estudiantes no. Aún pensaba que era yo quien
enseñaba.
Durante
todo el año 1983, habíamos revisado planteamientos filosóficos, pedagógicos y
psicológicos que originaban diferentes maneras de entender y practicar la
educación y que dieron lugar a la creación de Ideario y de la Propuesta
Educativa del Colegio La Casa de Cartón.
Al
seleccionar algunas de estas ideas fundamentales para el diseño del colegio, consideramos
y nos quedamos con educere, como el
aspecto más importante de educar. Se trataba de hacer aflorar del otro lo que
ya tenía consigo, de activar el potencial que traía, de motivar hacia la
autoeducación y la autodisciplina, hacia el autogobierno en suma, mediante la
generación de interés por aprender, por saber, por hacer, por ser y por
compartir lo aprendido.
Los
educandos, niñas, niños y adolescentes, tendrían que ser protagonistas de su
propio aprendizaje. Como docente, tendría que dejar de ser, únicamente, el que
sabe y enseña mediante el dictado de clase; para ser el que genera experiencias
de aprendizaje donde los estudiantes descubren y despliegan sus propios
recursos, activan y plasman su potencial, a partir de la curiosidad, movimiento
y actividad natural que traen a la escuela, mediante la implementación de
proyectos integradores de todos los saberes o áreas.
El
profesor o profesora se convertiría en una o un facilitador de situaciones de
búsqueda de información, conocimiento y aprendizajes; más que darles las
respuestas, tendría que aprender a hacer las preguntas adecuadas para motivar
dicha búsqueda. Generar interrogantes y favorecer el acceso a las fuentes del
saber, era el cambio que exigía a los y las docentes dejar atrás el trasmitir
lo que uno creía saber. Por eso mi miedo ese primer día de clase. Facilitar
estos procesos en otras personas significa realizar un proceso de
transformación personal, ya que nadie puede dar lo que no tiene.
El
reto era aprender a ser solidario, horizontal, cálido y ganarme a punta de
esfuerzo el rol de autoridad, mediante un liderazgo democrático, basado en el
compartir el proceso de enseñanza aprendizaje, con buen trato, respeto mutuo y
habilidad para que los chicos y chicas desplieguen actitudes positivas,
habilidades y para que, indagando, construyan los conocimientos necesarios para
el objetivo planteado en grupo. Un reto fascinante que demandaba lo mejor de
uno mismo.
Al
llegar a La Casa de Cartón, a casi todas las y los docentes se les plantea,
personal e institucionalmente, un desafío similar: reaprender el significado del
ser maestras y maestros, y volver a empezar. Todos tuvimos que desaprender lo
que creíamos saber de la docencia y volver a aprender un nuevo estilo de ser profesores
y profesoras. Pasamos de “dictar” clase a desarrollar una clase, en el marco de
los proyectos que la propuesta educativa de La Casa de Cartón y el Ideario
planteaban.
Se
trataba de pasar de un estilo pasivo a otro activo y participativo. El desarrollar
una clase mediante proyectos, representa que la o el profesor plantea preguntas,
retos y metas a alcanzar, al tiempo que brinda los elementos para que
individualmente o por grupos, apelando a la creatividad innata y a los saberes
previos, los estudiantes busquen activamente y en diálogo con sus pares o
profes, respuestas y construyan por sí mismos parte de los aprendizajes requeridos.
El
o la docente pueden integrar en una plenaria todos los saberes alcanzados y
redondear el conocimiento que se ha alcanzado en conjunto. Es un estilo con
movimiento y comunicación, activo y sumamente participativo; como un “avispero”
decía Mariano el director, donde el estudiante es protagonista, no observador,
de su propio proceso de aprendizaje.
La
idea central era y es esforzarnos en formar ciudadanos solidarios, agradecidos
y felices, democráticos, conscientes y críticos de la realidad socio cultural y
ambiental que les ha tocado vivir; comprometidos y sensibles con la gente de
diferentes realidades y mayores niveles de vulnerabilidad. Queremos formar
seres humanos responsables de sí mismos y capaces de defender la justicia
social para todos. Personas libres, seguras y creativas que expresan sin temor
sus opiniones y juicios, con fundamento en lo que han indagado y con amplio
bagaje cultural. Estudiantes que a través de los proyectos de aprendizaje,
integran los conocimientos y los aplican en la vida diaria. Tratamos de formar
personas que sean lo más coherentes posible entre el ser, pensar, sentir y
actuar.
Estos
objetivos para con el alumnado, nos exigían y exigen acercarnos lo más que
podamos a ese ideal; ser coherentes y consecuentes. Tuvimos que revolucionarnos
como personas y como docentes para poder llevar a la práctica el estilo
pedagógico de La Casa de Cartón. No es poco trabajo acercarnos a ese modelo.
Supone mucha entrega y convicción, pasión por la docencia, responsabilidad y
compromiso. En concreto, implica tiempo extra de dedicación y no necesariamente
un salario acorde al esfuerzo.
Hoy
por hoy, la cuarentena nos obliga a pasar de la modalidad presencial a la
virtual; a aprender el uso de plataformas y de una tecnología en línea que no
es sencilla para todos. Es urgente e importante adecuar nuestra propuesta
pedagógica a los requerimientos de los tiempos actuales, de cambio y
reordenamiento casi total, que demanda reinventarnos. Es todo un reto mayúsculo
volver a estructurar el colegio en función del formato digital y adaptarnos al
ciberespacio como lugar de encuentro.
El
trabajo docente no se simplifica, ni se hace más fácil sino todo lo contrario.
Ser docentes de La Casa de Cartón nos exige aún más de lo que ya venía
exigiendo. Acompañar y supervisar a cada uno de los estudiantes demanda mucho
más tiempo y entrega profesional que cuando los tenemos reunidos en el mismo
espacio físico del aula.
Por
todas estas consideraciones, desde este blog rendimos un profundo homenaje al
equipo docente y al personal administrativo del colegio. Es un tributo lleno de respeto, admiración y
fuerza para continuar con el quehacer pedagógico que las nuevas circunstancias
vitales requieren. Es una distinción plena de esperanza y solidaridad con
quienes hacen realidad la educación alternativa que queremos para las chicas y
chicos del colegio, que son también nuestras hijas e hijos. Fuerte y solidario
abrazo. Se les quiere y extraña.
Centro
de Educación Alternativa
EDUCALTER
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