Estimados estudiantes del Tercer y Cuarto
Ciclos del Colegio La Casa de cartón:
Hace unas
noches, justo antes de dormir, me imaginé cómo habría sido para mi hijo Mateo
si esta pandemia le hubiese alcanzado en plena adolescencia y que estuviera
cursando aún la secundaria del Cole. Traté de ponerme en el lugar de ustedes, a
quienes la crisis mundial les ha dado muy duro en su existencia, de improviso,
sin anuncio previo ni alerta roja para prepararse. El día anterior había tenido
una experiencia extraña, una ensoñación que me hizo pensar y sentir cómo sería
mi propia experiencia y conducta si a la promoción del colegio donde estudié,
nos hubiese tomado por sorpresa esta crisis múltiple: sanitaria, económica,
alimenticia, política, socio cultural y ética, a los 16 años (ver artículo
anterior del blog).
En primer lugar
y como cosa básica y elemental, la pandemia nos sorprendió, inmovilizó, cambió
brutalmente todo lo que hacíamos y hasta la manera de hacerlo, al tiempo que
cuestionó profundamente nuestras convicciones, ideas de la vida y de la muerte,
ideales y valores, a todos: mujeres y hombres de todas las edades, desde niñas
y niños hasta abuelitos y abuelitas, de todas las condiciones socio económicas
y en todos los países del mundo, absolutamente toda la especie sapiens, quedó
desnuda, frágil y vulnerable, ante un hecho nunca antes vivido por nuestras
generaciones.
Segundo: Lo que
más pueden necesitar personas que viven la etapa que ustedes están pasando en
este contexto de cambios fundamentales es: transparencia, honestidad al máximo,
sinceridad cruda y sin tapujos. Eso significa que los adultos aceptemos que no
sabemos qué va a pasar y que no podemos dar una “imagen” de tranquilidad cuando
a todos, esta situación nos ha conmocionado y alterado el ritmo de vida
“normal”. No tenemos respuestas claras porque no hay claridad aún. No podemos
predecir lo que pasará porque ni siquiera sabemos cómo se originó exactamente
todo esto. Por ello, ser honestos y mostrar nuestros miedos e inseguridades es
más saludable que hacer como si no pasará nada, como si todo fuera a ser como
antes o como si supiéramos lo que va a ocurrir.
Tercero: Era
bastante anormal el ritmo de vida supuestamente normal que llevábamos. Anormal
por el tremendo descuido al medio ambiente que ocasiona nuestra manera de
producir bienes y servicios, por las tantas formas de discriminar y excluir a
gruesos sectores de la población, por haberse hecho cotidiana la falsedad y la
corrupción descuidando la ética y los valores, por las profundas y abismales
brechas entre los que tienen demasiado o mucho y los que tienen poco o nada. En
vez de “nueva normalidad” estamos viendo una nueva situación donde se mantienen
viejas conductas de desigualdad y exclusión. Los que vienen “pagando el pato”
de las crisis son los marginados y con menos recursos; las clases medias
también están siendo golpeadas y con fuerza. Pero…
Cuarto: A pesar
de la incertidumbre ante el presente y el futuro, la vulnerabilidad ante la
enfermedad y la muerte, así como el mantenimiento de brechas y exclusiones, un
periodo histórico crítico como el que vivimos permite que, tras el colapso,
todo sea posible y que la enorme multitud de personas e instituciones que están
planteando mejoras severas en nuestro modo de vida, cambios sustantivos y
radicales, vean plasmadas algunas de éstas en el futuro cercano. Si se
corrobora científicamente que el cambio climático ha generado directa o
indirectamente esta pandemia, entonces todos los esfuerzos anteriores y
actuales de la humanidad por revertir el estilo de producción contaminante y
destructor del ambiente y el curso de la escalada de acumulación de bienes,
dinero y propiedades en muy pocas manos (solo el 15 % de la población mundial
accede a todo aquello que otorga vida de calidad), pueda hacerse realidad para
alcanzar accesos a bienes y servicios de manera inclusiva, para todos y todas,
más democráticamente, con un modo de producción sostenible y ecológico que
promueva un mercado al servicio de las sociedades redistribuyendo de acuerdo a
esfuerzo y necesidad, desde un enfoque solidario, equitativo y justo.
Quinto: Las crisis son capaces de derrumbar modelos,
estructuras o esquemas de vida, pueden dejar inhabilitados a determinados
sectores sociales, afectar a un gran número de personas o –como es el caso de
esta pandemia- matar o enfermar de gravedad a seres queridos de nuestro entorno
familiar o amical. Pero las crisis también pueden ser vistas como oportunidades
de cambio, a pesar del dolor que traen consigo. Estamos viviendo un momento
crítico de la historia y es posible abandonarnos al negativismo, la tristeza,
el agobio y el pesimismo o apelar a los hábitos, actitudes y valores positivos,
a las habilidades cognitivas e intelectuales, a las destrezas motoras y artísticas
que trabajamos en La Casa de Cartón, para convertirnos en agentes de cambio en
un momento tan delicado como el que nos toca vivir aquí y ahora, pero que exige
sacar lo mejor de nosotros para asumir el reto de construir una sociedad mejor,
más humana de verdad, más justa y solidaria.
¿Y qué puedo
hacer individual y grupalmente, con mis compañeros de clase u otros amigos y
amigas, con mi familia, para aportar a la solución y no ser parte del problema?
Continuaremos,
en el próximo artículo, con reflexiones y alcances sobre estos asuntos vitales…
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