martes, 20 de abril de 2021

Vida, muerte y duelo sanador

Durante todo este año de pandemia hemos visto cómo la muerte se acercaba poco a poco a nuestras vidas. Al comienzo, la enfermedad estaba muy intensa en China y Europa. Luego llegó a Estados Unidos. Se enfermaban y morían seres humanos que podían sensibilizarnos por las vidas que se iban y las familias que afectaba, pero que, en última instancia, se encontraban muy lejos de nosotros. Era un dolor de especie compartida, un dolor global como global se ha vuelto el planeta y las relaciones entre los humanos que lo habitamos.

 

Aun cuando el virus empezó a crecer en nuestro país, en toda Latinoamérica y demás partes del mundo, todavía podía vérsele distante ya que, gracias a poder satisfacer las necesidades básicas para una vida de calidad, nos era posible acatar todas y cada una de las medidas de prevención y asumir con total rigor las cuarentenas. No teníamos que exponernos como las personas que estaban obligadas a salir a las calles a ganarse la vida cada día o como esos tantísimos hogares que no podían hacer compras para varias semanas, ni contaban con refrigeradora para almacenar alimentos. Tenían que vivir al día y eso era un riesgo durante la primera ola.   

 

La expansión de la enfermedad se mantenía, pero fue imposible contener a las familias dentro de casa, dadas las exigencias de la economía para que la vida continuara. La muerte se acercó cada vez más a nuestra existencia. En la segunda ola, tocó poderosamente nuestras puertas y se logró introducir en varios hogares de gente conocida, amigos y familiares. Su presencia afectó a la Comunidad Educativa de La Casa de Cartón.



Junto con los casos de Covid 19, seguían y continúan dándose las enfermedades que afectan a la humanidad desde siempre. Incluso se mantiene la polémica entre las cifras oficiales del Ministerio de Salud y aquellas que maneja el Sistema Informático Nacional de Defunciones. La no exactitud en los diagnósticos ha hecho que se presenten a la ciudadanía nacional dos datas de casos Covid: la lista oficial y la extraoficial, siendo esta última casi el triple en número de casos que aquella.

  

Pero la muerte sigue su curso, sea por el virus o por las enfermedades de siempre, y ya se metió en nuestras vidas, con el profundo dolor que ocasionan las pérdidas de personas que amamos. Tenemos familiares, amigos y amigas, compañeros de trabajo y tantas personas conocidas que han tenido la enfermedad y la han superado, aunque también, algunos casos de seres queridos que no sobrevivieron.

 

Ante estas circunstancias, no es suficiente saber y entender que el ciclo de la vida es así, que la muerte es el paradero final de todos nosotros. Menos aún, cuando la persona amada es menor de edad. Es una adolescente compañera de estudios, una hija o un hijo. Toda persona querida que se va, tenga la edad que haya tenido, deja una huella indeleble que cuesta sanar.



Pero si aceptamos que la muerte es parte de la vida, entonces hablar de ella y atender las preguntas de las niñas, los niños y los adolescentes permitiría a los adultos sanear sus propias ideas y sentimientos sobre ella. Si existe algo después de esta vida, si hay otras dimensiones, cómo se afrontaran los vacíos emocionales y económicos que deja el o la difunta, si ha sufrido, qué hacer con los sentimientos hacia la persona fallecida, cómo seguirla queriendo en ausencia, son inquietudes que presentan los menores de edad sobre este tema.

 

El duelo es el proceso por el cual los humanos tratamos de reponernos y aliviarnos del dolor del trance que ocasiona la muerte. El duelo es la etapa de tránsito que va desde la negación o resignación hasta la aceptación y reconciliación del hecho doloroso de la pérdida. El estupor, la tristeza abismal del inicio, suele dar paso a la cólera surgida de la impotencia y el desasosiego; hasta que empieza uno a resignarse ante las evidencias, ante la ausencia, ante el vacío. Hasta que cierto tiempo nos permite aceptar lo ocurrido y convertir a nuestra persona querida en un sol en nuestras vidas, que nos acompaña y está presente en nuestros corazones, por el resto de nuestros días.

 

El duelo, en compañía de otros que amamos, hace menos atroz la despedida. Solos podemos sufrir más, sin nadie que nos consuele. Juntos, compartiendo los recuerdos de los seres queridos y agradeciendo a la vida haberlos tenido, así sea solo por un tiempo que siempre parece corto, podremos sobrellevar lo ocurrido. Resulta impostergable expresar los sentimientos, llorar, comunicar nuestra angustia y permitir a todos los deudos manifestar la suya, hablar sobre nuestras emociones, compartir anécdotas de momentos juntos; en definitiva, hacer de este evento lo que es: una parte ineludible de la vida, algo natural, aun cuando el momento en que ocurra no se perciba así.

 


Los valores, creencias o principios espirituales que cada quien haya desarrollado, también ayudan a darle dimensión a las pérdidas. Las diferentes maneras de entender el ciclo de la vida, hacen posibles ciertas racionalizaciones que nos ayudan a aceptar los misterios inexplicables.

 

A todas las personas de la Comunidad Educativa de La Casa de Cartón, un fuerte abrazo solidario en esta hora en que todos estamos perdiendo seres queridos, ya sea por el virus de la pandemia o por otras razones médicas. Muy sentidamente, total fraternidad con los papás de Valeria, con su hermana, con toda su familia amplia, con sus compañeras y compañeros de clase, con sus profesoras y profesores, con toda la gente que la conocía y amaba.

 

Como comentó Susana de Vivanco, de EDUCALTER: “En estos momentos tan difíciles es preciso reconciliarnos con la vida, con el milagro y la maravilla de la vida, con la idea de que Valeria querría que su familia continúe con el asombro de la vida, el descubrimiento perpetuo de ella, y los seres queridos que forman una familia y la siguen formando y tienen que hacer esfuerzos para valorar el hecho de que se siguen teniendo a ellos mismos, y que siguen con vida y que ya nadie les va a arrebatar a su querida Valeria porque el reto es incorporarla en su vida, en su sangre, como un dulce recuerdo que acompañe. 

 

Con el corazón en la mano, vaya para ustedes todo el afecto del que somos capaces.

 

 

 

                                                                                                Carlos Ureña Gayoso

                                                                                               Miembro de EDUCALTER

 

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