Gaia fue poblada por seres humanos anatómicamente modernos, los homo sapiens, hace alrededor de 200 mil años. Pero el proceso evolutivo demoró algo así como 3 millones de años y permitió que el mundo viera aparecer y desaparecer a los Australopitecus, a los Homo Habilis, a los Homo Erectus o Pithecantropus, a los Neandertales y Cromañones, hasta que por fin, nuestra especie, tal cual somos, nació en África. Eso lo sabemos gracias a los restos óseos (cráneos o restos de ellos), a los fósiles (huesos grabados en piedra) y a los objetos (herramientas sobre todo), encontrados en distintos lugares del continente africano.
El
ser humano de los inicios, mujeres y hombres, caminaban en dos piernas, tenían
manos con el pulgar separado de los demás dedos, cuerdas vocales que les
permitieron hablar diferentes lenguajes y un cerebro de mil 500 centímetros
cúbicos con el que podía pensar y representar simbólicamente objetos,
circunstancias, sentimientos y las ideas que lo llevaron a ubicarse en el mundo
y a ser conscientes de sí mismos.
Durante
cerca de 130 mil años, los sapiens estuvieron en África cazando, pescando,
recolectando frutos y demás vegetales. La creatividad e inventiva para producir
tecnología y arte quedó registrada por herramientas, pinturas en cuevas (donde
vivían) y petroglifos (tallas en piedras). Hace 70 mil años, aproximadamente,
empezaron las migraciones desde el África hacia toda la Tierra.
Los humanos ya habían
aprendido a tallar y pulir las piedras para fabricar herramientas, armas y
utensilios que les permitieran abrigarse y alimentarse. Antes y sobre todo, tras
las migraciones que llevaron a los homo sapiens por toda Gaia, los diferentes
grupos se asentaron y construyeron las primeras viviendas, reemplazaron las
pieles de animales por telas hechas con fibras vegetales, descubrieron la
agricultura gracias a las mujeres, domesticaron algunos animales, fabricaron
objetos de cerámica gracias al uso del fuego y la invención del horno.
De
la piedra pasaron a utilizar metales: el cobre primero (4 mil años a.C), luego
el bronce, que supone una aleación o combinación de cobre y estaño (3 mil años
a.C) y finalmente, el hierro (1,500 años a.C). En paralelo, los humanos habían
inventado la escritura en Sumeria, Mesopotamia en el 3,500 a.C, hace unos 5 mil
500 años. Ese invento marcó el inicio de la historia y el final de la
prehistoria, ya que a partir de ahí, se pudieron registrar los acontecimientos
más importantes de la especie sapiens.
La
Historia humana es como un suspiro en comparación con toda una vida. Un suspiro
de 5,500 años, que supuso el crecimiento de las ciudades hasta convertirse en
monumentos magníficos, sede de reinos e imperios durante la Edad Antigua y la
Media. Los acadios, sumerios, caldeos asirios, babilonios, mesopotámicos,
egipcios, persas, griegos y romanos, entre otros muchísimos pueblos y en
paralelo a los aztecas, incas y mayas en América y a los zulú, masáis, tuareg,
bosquimanos en África, dejaron una herencia visible en la arquitectura con la
que construyeron ciudades espléndidas. Arquitectura que sintetiza los enormes
saberes adquiridos por los hombres y mujeres en cuanto a técnica y ciencias,
especialmente las matemáticas.
Luego
los germánicos, los galos, los godos, los anglos y sajones, los turcos y todos
los pueblos del Asia, África, América y Oceanía desarrollaron de una forma
única y variadísima las letras, las ciencias, las técnicas y las artes, así
como todos los oficios y profesiones que perduran hasta hoy. El humano desplegó
toda una serie de manifestaciones culturales adecuadas a los ambientes
geográficos donde a cada civilización le tocó vivir. Idiomas, vestidos, maneras
de creer y de explicar la vida, formas de relacionarse y de comerciar.
Las
multifacéticas habilidades humanas, plenas de creatividad e inventiva,
siguieron expresándose en todos los terrenos de la vida, alcanzando un mayor
esplendor en la Edad Moderna, con las ideas de progreso y racionalidad; y
lograron el máximo auge en la Edad Contemporánea, con las revoluciones
industriales y el perfeccionamiento tecnológico y científico.
Este
despliegue increíble de competencias de los sapiens dejaban pasmada a Gaia. Su
asombro por la sabiduría y el arte humanos que admiraba, la sumían en una
profunda confusión y angustia, cuando contrastaba con esa otra cara que también
tenían las personas que ahora dominaban el mundo. Gaia miraba triste y hasta
horrorizada la fuerte tendencia al poder, el dominio y la guerra que mostraba
la especie humana.
Desde
sus inicios en el planeta, la humanidad peleaba por posesiones y bienes, se
conquistaban entre sí sometiéndose unos a otros. El vencedor del imperio o
reino esclavizaba al vencido y hasta cruzaba los mares en busca de esclavos; el
señor feudal, los convertía en siervos; los dueños de talleres y los
empresarios, al aparecer las industrias modernas, le pagaba mal al obrero para
tener mano de obra barata e incrementar sus ganancias. Las injusticias,
desigualdades, despojos y maltratos fueron características que Gaia no podía
comprender ya que ninguna otra especie era capaz de matar a uno de su mismo
grupo o de someterlo y torturarlo a los extremos que observó en aquellos que se
autodenominaban “sapiens” o “humanos”.
Gaia
estaba desolada y profundamente abrumada cuando abrió los ojos y vio que a
partir del invento de los motores y de la electricidad, hace tan solo 250 años,
la manera como se ensuciaban sus aguas, los cielos y la tierra donde producían
bienes las personas, se iba tornando cada vez más descontrolada y tóxica.
Por
más que aparecieron maravillas tecnológicas que revolucionaron la vida,
amparadas en descubrimientos científicos sin precedentes, la brecha entre ricos
y pobres, las matanzas, las guerras, las explosiones nucleares de Hiroshima y
Nagasaki contra poblaciones civiles indefensas, la enorme capacidad destructiva
y autodestructiva humanas no tenían freno ni cordura. El nuevo dios era el
dinero y la contaminación del ambiente llegó a niveles que amenazaban la vida
misma. El supuesto ser humano había mutado a humano virus.
Frente
a esta espantosa irrealidad y locura delirante, Gaia se protegió, en un
esfuerzo por hacer tomar consciencia a los humanos de los extremos a los que
habían llegado.
Nadie sabe… nadie supo… la verdad del
terrible caso de la aparición de la sétima cepa del Coronavirus, el Covid 19.
Los químicos desperdigados en todo el ambiente ¿habrán alterado los virus que
contagiaron al humano, siendo un murciélago el portador? ¿Habrán sido los
experimentos para las guerras bacteriológicas las causantes de que uno de estos
se les escape del laboratorio? ¿O será que los países más poderosos, influidos
por ese reducido número de personas que acaparan toda la riqueza mundial, según las voces de algunos conspiradores
antisistema, están reduciendo adrede la cantidad de gente en el
mundo?
Estamos
pasando por una época de cambios, de reflexión y de ajustes al sistema de vida
que llevamos. La Tierra ya no da más. Los gases de efecto invernadero y la
creciente posibilidad de que aumente la temperatura del planeta, haciendo
inviable la vida que a Gaia le tomó 4 mil 500 millones de años construir. En
solo 250 años el humano virus está ocasionando la peor afrenta ecológica a la
vida de La Tierra, la Pachamama de nuestros ancestros. ¿Cómo queremos que se
vea el planeta que recibirán nuestros nietos? Nadie sabe, nadie supo, la verdad
de esta historia que todavía no ha acabado.
Solo nos queda conservar la
esperanza de que los chicos y chicas de estas generaciones, liderando un
movimiento mundial a favor de una sociedad más solidaria y justa que cambie el
actual estilo de vida, en el marco de un
respeto total a Gaia, puedan detener el proceso y revertirlo. Pero, en
definitiva… nadie sabe, nadie supo…
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