lunes, 18 de enero de 2021

Aceptar la vida tal cual es

Todos los años, entre la noche del 31 de diciembre y el amanecer del primero de enero, la mayor parte de la humanidad celebra el advenimiento del Año Nuevo con fiestas, reuniones familiares y castillos de fuegos artificiales como forma de recibir lo incierto. Es una costumbre ancestral para desprenderse de lo viejo y dar paso a las novedades que traerá el futuro próximo. Es una renovación de buenos deseos, reafirmación de la esperanza u olvido de la desesperanza, dependiendo del sector social y expectativas pertenecientes a los grupos que celebran. Es como poner en “pausa” lo malo y lo feo, para ilusionarse solo con lo bueno que podría llegar con el porvenir del año que comienza.

Algunos celebran con rituales exóticos la fiesta de fin de año: comen 12 uvas debajo de una mesa para que no les falte comida todos los meses, dan una vuelta a la manzana con una mochila o maleta para que se les cumpla el deseo de viajar ese año que se inicia, lo reciben con la pareja o los seres queridos para que se afirmen los vínculos de unión con aquellos a quienes se ama y así por el estilo. Son una especie de rituales mágicos que pretenden darle el cauce anhelado a los 365 días de incertidumbre que empiezan la noche del último día de diciembre.

Esta tradicional costumbre ritual se inició en la Antigua Roma (753 a.C - 476 d.C), según la información de internet. El año nuevo comenzaba el primer día de marzo, según el calendario romano, día en que los cónsules de Roma asumían el gobierno. Julio César, en el año 46 a. C. creó el calendario juliano e instauró el primero de enero como el día de Jano (january es enero en inglés). Jano tiene dos caras, una que mira hacia atrás, al pasado, y otra que mira adelante, hacia el futuro. El calendario juliano fue ajustado y reajustado en sucesivas oportunidades hasta que, finalmente, el papa Gregorio XIII, en 1582, hizo las modificaciones que dieron origen al calendario gregoriano que hoy nos rige, sobre la base del anterior.

Desde épocas tan atávicas, muchos pueblos celebran el Año Nuevo y desde el siglo XX, en que la cultura occidental se globaliza, esta fecha ha cobrado un realce significativo, siendo hoy uno de los festejos más importantes del calendario anual.

Feliz año, expresan los celebrantes, amigos y familiares. Nos deseamos prosperidad, felicidad, éxitos, salud y bienestar. De distintas maneras, con variantes culturales y con diferentes recursos, en casi todas las grandes ciudades y en muchas de las pequeñas de todo el orbe, se celebra el año nuevo.

Este final del 2020 e inicio del 2021 los festejos fueron diferentes. Hubo un fuerte y sentido énfasis en despachar al año viejo por todas las desgracias que supuso en la vida de millones. La existencia es un continuo acontecer de hechos positivos y negativos, de alegrías y tristezas, de cosas bellas y feas, eso lo sabemos y lo experimentamos directamente en lo cotidiano. Por poner solo un ejemplo: ¿No es posible acaso haber vivido el nacimiento de un ser querido el mismo día que otro falleció?

Así de controvertido fue el 2020. Nos puso cara a cara ante lo espantosa que puede ser la vida cuando nos toca experimentar una desgracia colectiva. No es la primera vez que ocurre, pero es la primera en que el mundo está intercomunicado como lo está ahora y nos enteramos en segundos de lo que pasa en todo el mundo. Pero a pesar de todo lo negativo y cuesta arriba, la crisis sanitaria y económica permitió valorar y recuperar espacios y aspectos muy positivos.

El medio ambiente agradeció la disminución de la actividad “productiva” humana, tanto de las fábricas como de las actividades extractivas y del transporte. Las familias se vieron en ambiente obligatoriamente hogareño y tuvieron que afrontar este reto. Todo cambió. Nuestro estilo de vida está mutando al igual que las cepas del coronavirus. La “nueva normalidad” nos exige aceptar la vida tal cual es: con cosas buenas y no tan buenas, con sumo cuidado y respeto consciente de cada acto que realizamos, apreciando cada segundo, viviendo óptimamente el día de hoy como si fuera el último o el primero del resto de nuestra existencia.

Es por esta razón que nos permitimos citar el mensaje de la psicóloga argentina, Mirta Medici, quien nos dice sobre este año que comienza:

"No te deseo un año maravilloso donde todo sea bueno. Ése es un pensamiento mágico, infantil, utópico. Te deseo que te animes a mirarte, y que te ames como eres. Que tengas el suficiente amor propio para pelear muchas batallas, y la humildad para saber que hay batallas imposibles de ganar por las que no vale la pena luchar. Te deseo que puedas aceptar que hay realidades que son inmodificables, y que hay otras, que, si corres del lugar de la queja, podrás cambiar.  Que no te permitas los "no puedo" y que reconozcas los "no quiero". 

Te deseo que escuches tu verdad, y que la digas, con plena conciencia de que es solo tu verdad, no la del otro. Que te expongas a lo que temes, porque es la única manera de vencer el miedo. Que aprendas a tolerar las "manchas negras" del otro, porque también tienes las tuyas, y eso anula la posibilidad de reclamo. Que no te condenes por equivocarte; no eres todopoderoso. Que crezcas, hasta donde y cuando quieras. 

No te deseo que el 2021 te traiga felicidad. Te deseo que logres ser feliz, sea cual sea la realidad que te toque vivir. Que la felicidad sea el camino, no la meta...”.

En el mismo sentido y para ayudarnos a sobrellevar de la mejor manera posible, quisiéramos compartir con ustedes una bella plegaria hebrea, llena de sabiduría y esperanza, aun aceptando la vida tal cual es y sabiendo que volvemos a vivir un incremento de la pandemia desde este primer mes del año 2021. Dice así:

“Que tus despertares te despierten. Y que, al despertarte, el día que comienza te entusiasme. Y que jamás se transformen en rutinarios los rayos del sol que se filtran por tu ventana en cada nuevo amanecer.

Y que tengas la lucidez de concentrarte y de rescatar lo más positivo de cada persona que se cruza en tu camino. Y que no te olvides de saborear la comida, detenidamente, aunque solo sea pan y agua.

Y de encontrar algún momento en el día, aunque sea corto y breve, para elevar tu mirada hacia lo alto y agradecer por el milagro de la salud, ese misterioso y fantástico equilibrio interno. Y que logres expresar el amor que sientes por tus seres queridos.

Y que tus abrazos, abracen. Y que tus besos, besen.

Y que los atardeceres no dejen de sorprenderte, y que nunca dejes de maravillarte. Y que llegues con satisfacción al anochecer por la tarea realizada durante el día. Y que tu sueño sea calmo, reparador y sin sobresaltos.

Y que no confundas tu trabajo con la vida, ni tampoco el valor de las cosas con su precio. Y que no te creas más que nadie porque solo los ignorantes desconocen que no somos más que polvo y ceniza. 

Y que no te olvides, ni por un instante que cada segundo de la vida es un regalo, un obsequio y que, si fuéramos realmente valientes, bailaríamos y cantaríamos de alegría al tomar conciencia de ello, como un pequeñísimo homenaje al misterio de la vida que nos abraza y nos bendice“ 

                                                      (Autor anónimo de la Tradición Hebrea).   

Este año que se inicia, nos exige cambios profundos en la manera de ser, sentir y actuar; cambios físicos, psicológicos de tipo cognitivo y socio emocional, así como cambios existenciales en términos de apreciar la vida y al planeta que la sostiene, con otros ojos. Renovemos nuestros valores y principios espirituales para ser, más que para tener; para vivir una vida plena compartiendo con los demás más que una vida en carrera por elementos cuyo consumo nos lleva hacia la destrucción del planeta. Afirmemos lo mejor de la Humanidad hoy, un día a la vez y para siempre.


No hay comentarios:

Publicar un comentario