martes, 14 de septiembre de 2021

Los Valores del ideario: La Libertad

Una persona libre es aquella que no evidencia ataduras o dependencias mayores que le condicionen la vida para fluir y elegir. En el lenguaje cotidiano, se asocia libertad a independencia, a autonomía, a desapego, a una enorme capacidad de ser versátil y flexible ante las diferentes circunstancias y retos que presenta la vida.


Todos necesitamos aire, agua o líquidos, alimentos, vestidos, vivienda, pertenencia a una familia o grupo de referencia, afecto, acceso a medios de transporte, a educación, trabajo, recreación y un larguísimo etcétera. Satisfacer las necesidades humanas económicas, socio culturales, educativas, laborales, recreativas y hasta filosóficas, es un quehacer que abarca toda una vida si tenemos las posibilidades, condiciones y oportunidades favorables para lograrlo. Si no las tenemos, la vida se convierte en un afán inhumano de sobrevivencia, tal como la viven poco más del 30 % de peruanos afectados por la pandemia hoy en día (1). La pobreza restringe libertades e impide una toma de decisiones seleccionando opciones; pone techo demasiado bajo a las posibilidades humanas, así haya personas que son y se sientan libres en un contexto de carestía (2).

 

Libertad, en términos coloquiales, equivale a una actitud de desprendimiento general a la hora de satisfacer las necesidades humanas. No es necesario, ni mucho menos obligatorio, tener que utilizar determinada marca de bebidas, comidas, vestidos y otro largo etcétera de objetos, propiedades y lugares, para abastecernos de lo que la vida exige. Mientras mayor sea la flexibilidad para amoldarse a lo que hay, mayor la libertad del individuo o del grupo que integra.

 

Si nos planteamos la libertad como el punto medio de equilibrio entre dos extremos, podríamos distinguir el miedo a la libertad, por un lado; y al egocentrismo, por el otro. El miedo a la libertad implica seguir obedientemente al rebaño, sus reglas y parámetros sin cuestionamiento alguno; permitir que otros decidan lo que uno debe hacer, pensar y sentir para encontrar la paz del que no arriesga y se somete al mundo tal como está establecido. Al otro lado del espectro, se encuentra el ego inflado del egocéntrico: hago lo que quiero, cuando quiero, como quiero y no importan las consecuencias de mis actos ni a quienes afecte con ellos. Algunos denominarían libertinaje a esta manera de entender la libertad, que provoca un comportamiento individualista, discriminador e irresponsable con los demás y con el planeta Tierra.


 

A la mitad de camino entre ambos polos se encuentra la libertad, centrada y lúcida, esa que se postula en el Ideario del Colegio La Casa de Cartón. Veamos:

 

Una “actitud libre es aquella que, a partir de la conciencia crítica de la realidad, impulsa a actuar en consecuencia con autonomía y responsabilidad, permitiendo obrar con voluntad propia, sin mermar los derechos ajenos”, afirma literalmente el Ideario del colegio.

 

Para alcanzar la conciencia crítica de la realidad y la acción consecuente, se toma como punto de partida la autonomía y el autocontrol. Luego, se consideran la autoestima y la responsabilidad como componentes esenciales para perfilar una participación democrática en las esferas socio culturales y políticas que a cada quien le toque vivir como personas e integrantes de grupos, con un sentido de justicia equitativo e inclusivo.

 

La autonomía está relacionada con el desenvolvimiento físico, mental y espiritual, que permite a las personas actuar con criterio propio al satisfacer sus necesidades de acuerdo a edad y posibilidad. Implica desprendimiento de gustos, afectos y objetos con independencia de la tendencia consumista generalizada. Significa afirmarse como persona y como miembro de diferentes grupos, con seguridad, auto aceptación, tolerancia y flexibilidad. La consideración de que lo mismo que vale para mí, vale para los demás. Significa optar por un desarrollo sostenible respetuoso con las generaciones siguientes, consumiendo y produciendo lo que se necesita para favorecer la igualdad de oportunidades de sobrevivencia y calidad de vida para todos.

 

La autonomía, la autoestima, el autocontrol, una saludable auto aceptación del propio cuerpo y de uno mismo, así como una adecuada gestión de las emociones, son la base que hará posible desenvolverse con tino, mesura, realismo, pudiendo aprender de lo que nos toca vivir, sea positivo o negativo, viviendo con desapego en el aquí y el ahora.



Vivir el presente habiendo aprendido las lecciones del pasado y siendo amplio para afrontar compartiendo con alguien las experiencias del pasado, permite a las personas relacionarse armoniosamente consigo mismo y con los demás. La lógica humana parece radicar en que: si me respeto, respeto a otros; si me comprendo, comprendo, si me amo, puedo amar; si confío en mí, puedo confiar en los demás; si me acepto, los acepto; si me perdono, perdono.

Las habilidades y actitudes positivas que conocemos como asertividad, proactividad y resiliencia parten del hecho de sentirse bien con uno mismo, de cierta serenidad interior como para tomar decisiones responsables con lo que uno piensa y siente, para actuar en concordancia y mostrar integridad. Esa sensación de bienestar personal nos impulsa a dar lo mejor de nosotros en los grupos a los que pertenecemos o donde nos desenvolvemos. También incide positivamente a la hora de afrontar la incertidumbre y la adversidad.

 

El dar lo mejor de nosotros implica ser conscientes de las cualidades y de los defectos por mejorar, supone una justa autoevaluación de nosotros mismos. Así como las personas que viven en pobreza o en pobreza extrema ven limitadas sus posibilidades de ser libres, ya que no pueden elegir ni decidir sobre múltiples aspectos de sus vidas; así también, las personas inconscientes de sí mismos se alejan de la libertad ya que, al no poder reconocerse plenamente, son guiadas por ideas, actitudes y comportamientos basados en condicionamientos que suelen estar alimentados por el miedo, la vergüenza, la culpa, la cólera o el resentimiento. Estos cinco elementos son enemigos íntimos de la libertad. Ser libres supone liberarnos de opresiones, temores, debilidades, influencias inconscientes, acciones automáticas. Se pretende una verdadera libertad de ser.



Por el contrario, son buenos amigos de la libertad: la responsabilidad, la participación democrática y el sentido de justicia. El decidir asumir con solvencia determinadas tareas en todos los ámbitos de la vida: en el hogar, el colegio y los diferentes escenarios sociales, culturales, económicos o políticos donde se participe, comprometiéndose a aceptar y cumplir los quehaceres contraídos, nos habla de una libertad responsable y respetuosa de los demás, que considera las consecuencias de lo que uno hace o deja de hacer, así como el impacto que esto tiene en los demás, en uno mismo y en el medio ambiente.

Ya sea que una persona se constituya en líder de un grupo o sea un miembro más del equipo que conforma, la horizontalidad y participación democrática se configuran como valores en sí mismos, ya que el diálogo, el trato inclusivo y pluralista, que busca consensos en la toma de decisiones, permitirá consolidar un estilo de vida en la que los ciudadanos buscan el bienestar de todos como parte fundamental del logro personal. Algo así como: Soy libre y feliz si todos lo somos.

 

La convivencia saludable, por último, pasa por la identificación y defensa de los derechos humanos para todas y todos, así como por el compromiso con la construcción de una sociedad más justa, donde cada persona es un agente de cambio social. La búsqueda de igualdad de oportunidades y estilos de vida dignos y humanos para todos, erradicando la pobreza y la falta de accesos que supone, valorando la diversidad desde los enfoques intercultural y de género, aceptando la libertad de culto o la falta de este, así como respetando a los grupos minoritarios, son algunos de los cauces por donde discurre una ciudadanía democrática que enaltece a una persona libre.  

 

(1) Información vertida en el Programa La Encerrona de Marco Sifuentes (Setiembre del 2021), con motivo de la baja sufrida en las campañas de vacunación y los efectos de la pandemia en la economía nacional.

(2)  Según se afirma en la Revista Peruana de Medicina Experimental y Salud Pública del Instituto Nacional de Salud, el 19.5 % de las y los niños y niñas menores de 5 años presenta desnutrición crónica y anemia. Eso significa que uno de cada cinco menores está condenado a no desarrollar su cuerpo y su cerebro al máximo de su potencial. 

    Fuente: https://rpmesp.ins.gob.pe/rpmesp/article/view/377/2496

En el distrito de Acraquia en particular y en todos los distritos de la provincia de Tayacaja, en Huancavelica, donde el autor de este artículo trabajó durante tres años consecutivos (hasta el 2017), todos los menores de edad, estudiantes de las escuelas públicas de la provincia, presentaban desnutrición crónica. Obviamente, sus madres y padres, todos campesinos andinos, también. 



 

 

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