jueves, 19 de diciembre de 2019

El protagonismo del estudiante


Es muy usual, en prácticamente todas las instituciones educativas de todos los niveles y modalidades, escuchar hablar a dos o más profesoras o profesores al decirse: “¿A qué hora dictas?”. O preguntarse: “¿Cuántas horas dictas hoy?”.

El “dictado de clases” o, sencillamente, “dictar la clase” es un lugar común en la educación tradicional. Es una frase que representa el trabajo que realizan los docentes en ese tipo de escuelas. Él o ella hablan sobre algún tema del curso que dictan delante de los estudiantes y ellos, los alumnos y alumnas, toman notas, apuntan en sus cuadernos lo que los docentes explican.

 



En estos casos, los o las maestras son los protagonistas del proceso de enseñanza aprendizaje. La clase dictada es un monólogo (solo habla el profesor o la profesora) y los estudiantes pueden participar haciendo preguntas o cuando los docentes los inquieren sobre algún aspecto muy preciso. Pero aun cuando se permitan algunas preguntas, una de las más desastrosas secuelas de la educación tradicional, centrada en el rol activo del docente, es el altísimo riesgo de anular la curiosidad natural de las y los niños.

El protagonismo centrado en los o las profesoras resulta muy útil cuando el currículo exige una enorme cantidad de contenidos relativos a los cursos, asignaturas o materias que se deben enseñar. Son los docentes los que pueden manejar el tiempo asignado a sus cursos desde la perspectiva del adulto que controla el proceso educativo. Les hace más viable planificar, desarrollar y evaluar los saberes y/o aprendizajes que se imparten, además, logran mayor disciplina y orden en el aula ya que ellos son quienes tienen la autoridad, el control y es su voz la que domina el escenario.
 
Un ejemplo patético de esta manera de entender la pedagogía, la didáctica y la docencia, lo podemos encontrar en el video “The Wall”, del grupo Pink Floyd, colgado en Youtube (https://www.youtube.com/results?search_query=the+wall+pink+floyd).

La primera vez que lo vi, pensé que era exageradísimo que los alumnos y alumnas quemaran el colegio donde el profesor dictador y represivo los humillaba, tras ser humillado él mismo en casa por su pareja[1]. Al tiempo, Mariano Moragues me invitó a desarrollar clases de matemática para cuarto y quinto de secundaria en un colegio particular de Lima dirigido a familias de sectores A y B, donde él era responsable de Orientación y Bienestar del Educando (OBE), además de profesor de Filosofía y Psicología.

Cuando la promoción de dicho colegio terminó el año escolar y se realizó la ceremonia de clausura, los y las estudiantes, tras pintarse con firmas y autógrafos las camisas del uniforme, se desplazaron por el colegio que los había atendido durante toda su niñez y parte de su adolescencia, rompiendo las carpetas y destrozando los baños. La ceremonia se distorsionó por el vandalismo. El resentimiento reemplazó a la gratitud. Recién pude validar la despersonalización que expresa Pink Floyd en el video y cómo la pasividad y el sometimiento generan rencor y rabia, en desmedro de actitudes positivas.
  


Un par de años después de esta experiencia en ese centro educativo, se creó La Casa de Cartón. Decidimos que el protagonismo sería cuando menos compartido, sino asumido por los estudiantes con la orientación del o la docente. El sueño era que los estudiantes fueran los gestores de su propio aprendizaje y que el profesor o profesora fuesen facilitadores de ese proceso.

No queríamos estudiantes inmóviles y calladitos en sus carpetas. Queríamos una educación alternativa al modelo convencional, que implicaba estudiantes sentados, sin moverse y en silencio total, mudos, que solo escuchaban al docente. Sonábamos que hubiese un “avispero”, como decía Mariano, que representaba la labor fecunda y creativa de las chicas y chicos al generar sus propios saberes o conocimientos. Moverse con respeto al otro y autodisciplina; y dialogar para tomar decisiones sobre dónde buscar información y la manera de acceder a ella, fueron dos características de la pedagogía activa participativa que soñamos y que en gran medida se logró desde la fundación del colegio.

Nos planteamos que los estudiantes fueran protagonistas de su propio aprendizaje, antes de que los seguidores de Piaget acuñaran el “constructivismo pedagógico”. Nosotros conocimos e intentamos aplicar la sabiduría de Piaget y el descubrimiento de Brunner. Ya después, accedimos a Ausubel, Vigotsky y demás pedagogos constructivistas.

El diálogo entre pares y el movimiento, el ser activos para buscar y acceder a las fuentes de conocimiento, la actividad centrada en los estudiantes y no en los docentes, trajo consigo autonomía, capacidad de decisión, autodisciplina, innovación para presentar resultados en las asambleas culturales, criticidad, compañerismo, cooperación en equipo y solidaridad. Todo un despliegue de actitudes positivas, habilidades intelectuales y cognitivas, así como de destrezas psicomotrices, artísticas y manuales.



El protagonismo estudiantil ha sido expuesto por Mariano Moragues en el libro morado, dentro del acápite “La actividad”, en el capítulo IV denominado Principales principios pedagógicos[2].  

“Para nosotros, funcionalmente, una pedagogía activa significa básicamente una pedagogía que compromete toda la personalidad del alumno y que parte de sus intereses y necesidades. Asimismo, pone en juego todas las energías psíquicas (afectivas e intelectuales) y biológicas del alumno, y lo hace protagonista de su aprendizaje” (pág. 124).

El rol del o la docente se redefine hacia la planificación de actividades motivadoras (hoy podríamos decir “significativas”), hacia la orientación del proceso de enseñanza aprendizaje, hacia el asesoramiento estimulador y problematizador de los estudiantes. Sin perder su autoridad y rol adulto, los docentes se ubicarían al costado (y no por encima) del alumno, para “acompañarle en una búsqueda que involucra a todo el ser y no solo al intelecto, dispuesto a la sorpresa y al descubrimiento junto a él”, afirma Mariano.

Las ventajas del protagonismo de los estudiantes o de una pedagogía activa, están anotadas en el mismo libro, capítulo y página que venimos citando. Textualmente dice:

a.      Responde mucho más adecuadamente a las necesidades e intereses propios de las edades de la escolaridad, pues canaliza la energía vital e incluso la motilidad, características del niño y el adolescente.
b.      Hace más real y efectiva la tan promulgada integralidad, ya que moviliza todas las facultades de la persona.
c.       Al concordar con móviles, necesidades internas y con un consentimiento del sujeto, se da una mayor motivación, atención y dedicación esforzada y espontánea. En cambio, cuando el alumno es un ser pasivo, se da con frecuencia la indiferencia o incluso el disgusto porque obedece a móviles extrínsecos y se tiene que luchar con resistencias, con desatención o una atención conseguida a duras penas a base de coacción. (No se anula  la curiosidad natural de la niñez, insumo fundamental para aprender con gusto, sino que se le potencia al máximo y se la convierte en aliada de la aventura en la que se puede convertir descubrir y buscar fuentes para aprender siendo, haciendo, pensando y conociendo, así como conviviendo).


d.      Favorece el recuerdo, porque lo que se ha conocido ha sido fruto de una vivencia intensa.
e.      Permite la construcción del propio conocimiento, el autoaprendizaje. (Añadiría que también favorece la metacognición, ya que el o la estudiante se percatan de cómo, cuándo y de qué manera ha aprendido).
f.        Se favorece el desarrollo de una disciplina interna y autónoma y, por lo tanto un mejor manejo de la libertad, lo que da alas a la creatividad. En contraparte, la pasividad (o el protagonismo excesivo de parte de las y los docentes)  refuerza la dependencia, la sumisión –y con frecuencia una rebeldía solo controlable con represión y temor-, el pensamiento convergente y una disciplina heterónoma o externa.

Para que la pedagogía del colegio sea realmente activa y despliegue todas las facultades físicas y biológicas, psíquicas cognitivas y afectivas, socio culturales e históricas de los educandos mediante su protagonismo en el proceso de aprendizaje; ¿qué condiciones o criterios debe cumplir la pedagogía que se aplicará?

La continuación de estas reflexiones las encontrará en el próximo capítulo del blog de La Casa de Cartón. Felices fiestas de fin de año.


[1] Escribe Carlos Ureña, promotor de EDUCALTER.
[2] Libro morado = Hacia la escuela posible. Sistematización del proyecto educativo del colegio La Casa de Cartón. Mariano Moragues Ribas de Pina. EDUCALTER, 2014.

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