Tercer saber:
Enseñar la condición humana
Las personas somos seres bio-psico-sociales, se repite hasta hoy
en casi todas las instituciones educativas. Esta idea, que se plasmó por
primera vez en el libro de texto escolar “Psicología”, de Telmo Salinas García,
a fines de la década de los sesenta; nos recuerda que tenemos un aspecto
biológico (el cuerpo humano), un aspecto psicológico (los atributos de la
inteligencia y la capacidad de conocer o cognición, es decir el pensar, por un
lado; y la necesidad de ser queridos y de amar, capacidades afectivas o
emocionales, o el sentir, por otro lado); y un aspecto social (el pertenecer y
sentirnos parte de una comunidad, ya sea familiar, local, nacional y, gracias a
la internet, internacional incluso).
Edgar Morin amplía esos tres aspectos que durante años permitieron
definir a la especie humana como seres bio-psico-sociales. Morin afirma que “El
ser humano es a la vez físico, biológico, psíquico, cultural, social e
histórico”. Añade la dimensión física, la cultural e histórica al concepto que
se venía utilizando. Somos materia y energía que se manifiesta en un cuerpo
biológico. Somos sociales, sí, pero las sociedades son tan diferentes en sus
costumbres, tradiciones y maneras de entender la vida y los valores, que
amerita considerar el aspecto cultural como una dimensión común y a la vez,
distintiva en lo que a identidad se refiere. Lo mismo ocurre con la dimensión
histórica de la gente. Cada generación y cada persona vive en una determinada
época, con características espacio temporales únicas y, a la vez, comunes a
toda esa generación.
Es esta unidad compleja de la naturaleza humana la que está
completamente desintegrada en la educación a través de las disciplinas, que
separan en partes los conocimientos, y que imposibilitan aprender lo que
significa ser “humano” de manera integral. Es preciso restaurar la globalidad
de la comprensión de lo humano, de tal manera que cada uno, desde donde esté y
viva, tome conocimiento y conciencia al mismo tiempo, de su identidad compleja,
única y común, por ser un individuo; y de su identidad como miembro de una
especie, lo que nos hace iguales pero diferentes.
Es posible reconocer la unidad, la diversidad y la complejidad
humanas, reuniendo y organizando conocimientos dispersos en las ciencias de la
naturaleza, en las ciencias humanas, la literatura y la filosofía y mostrar la
unión indisoluble entre la unidad y la diversidad de todo lo que es y nos hace humanos.
Enseñar todos los aspectos y dimensiones que nos hacen humanos es indispensable
en la educación de hoy.
Cuarto saber:
Enseñar la identidad terrenal
El destino planetario del género humano es una realidad
fundamental que necesita dejar de ser ignorada por la educación. El
conocimiento de los desarrollos de la era planetaria que van a incrementarse en
el siglo XXI, y el reconocimiento de la identidad terrenal que será cada vez
más indispensable para cada uno y para todos, debe convertirse en uno de los
mayores objetos de la educación.
Es pertinente enseñar la historia de la era planetaria, que comienza con el acceso a través del transporte a todos los continentes, en el siglo XVI; y que ha alcanzado su grado máximo, desde fines del siglo XX, por la revolución de las comunicaciones que la tecnología digital ha originado. Es también pertinente mostrar cómo nos necesitamos y es urgente el apoyo mutuo y la cooperación, en todas las partes del mundo, sin por ello ocultar las opresiones y dominaciones que han asolado a la humanidad y que aún no han desaparecido.
Es urgente señalar la complejidad de la crisis planetaria de los
siglos XX y XXI, mostrando que todos los humanos, confrontados desde ahora con
los mismos problemas de vida y muerte, viven en una misma comunidad de destino:
el planeta Tierra. Y que este medio ambiente vital se encuentra en alto riesgo
de colapsar y ser destruido por nuestra especie. El volvernos totalmente
solidarios y preocuparnos todos por todos se ha vuelto una necesidad que no es
posible postergar, ya que la sobrevivencia de la especie humana está en juego.
Quinto saber:
Enfrentar las incertidumbres
Las ciencias nos han hecho adquirir muchas certezas, pero de la
misma manera nos han revelado innumerables campos de incertidumbre. Sabemos
muchas cosas, pero ignoramos las cuestiones más importantes. Hoy más que nunca,
se hacen realidad las reflexiones de Sócrates cuando decía “solo sé que nada
sé”; y eso que él sabía casi todo lo que había que saber en su época.
La educación debería comprender la enseñanza de las incertidumbres
que han aparecido en las ciencias físicas (microfísica, termodinámica, cosmología),
en las ciencias de la evolución biológica y en las ciencias históricas. Se
tendrían que enseñar principios de estrategia que permitan afrontar los
riesgos, lo inesperado, lo incierto, y modificar su desarrollo en virtud de las
informaciones adquiridas en el camino. Es necesario aprender a navegar en
un océano de incertidumbres, a través de archipiélagos de certeza.
El carácter desconocido e impredecible de la aventura humana, debe
incitarnos a preparar nuestras mentes para esperar lo inesperado y poder
afrontarlo. Es imperativo que todos aquellos que tienen la responsabilidad de la educación estén a la vanguardia
con la incertidumbre de nuestros tiempos.
Sexto saber: Enseñar
la comprensión
La comprensión es al mismo tiempo medio y fin de la comunicación
humana. Ahora bien, la educación para la comprensión está ausente de nuestras
enseñanzas. El planeta necesita comprensiones mutuas en todos los sentidos.
Teniendo en cuenta la importancia de la educación para la comprensión en todos
los niveles educativos y en todas las edades, el desarrollo de la comprensión
necesita una reforma de las mentalidades. Tal debe ser la tarea para la
educación del futuro.
La comprensión mutua entre humanos, tanto próximos como extraños,
es en adelante vital para que las relaciones humanas salgan de su estado
bárbaro de incomprensión.
De allí, la necesidad de estudiar la incomprensión desde sus
raíces, sus modalidades y sus efectos. La incomprensión, la agresividad y el
poder, bases de una forma distorsionada de entender la política, permitiría a
los estudiantes y a la población en general, entender mejor y asumir con
responsabilidad y solidaridad las causas de las exclusiones de todo tipo y del
sometimiento de unos por otros (racismos, xenofobias y desprecios; esclavización
y humillaciones; toda índole de vejámenes). Estudiar la violencia y la
incomprensión, al tiempo que conocer sobre la solidaridad y la comprensión, constituiría
una de las bases más seguras para la educación por la paz, a la cual aspiramos
y necesitamos para evitar el holocausto de la especie.
Séptimo
saber: La ética del género humano
Considerando el carácter triple de la condición humana, que consiste
en ser al mismo tiempo individuos, miembros de sociedades y partes de la especie,
la educación podría conducirnos a
una nueva ética, una ética humanista asentada en una democracia participativa,
no representativa, que motive a la formación de una ciudadanía terrestre, donde
todos nos sintamos parte de y comprometidos con el planeta que nos cobija.
La ética no se podría enseñar con lecciones de moral. Ella debe
formarse en las mentes a partir de la conciencia de que el humano es al mismo
tiempo individuo, parte de una sociedad, parte de una especie. Llevamos en cada
uno de nosotros esta triple realidad.
De allí, se esbozan las dos grandes finalidades ético-políticas
del nuevo milenio: establecer una relación de control mutuo entre la sociedad y
los individuos por medio de la democracia y concebir la Humanidad como comunidad
planetaria. La educación debe no sólo contribuir a una toma de conciencia de
nuestra Tierra-Patria, sino también permitir que esta conciencia se
traduzca en la voluntad de realizar la ciudadanía terrenal.
Con estos siete saberes –algunos de los cuales se vienen
delineando cada vez mejor en el Colegio la Casa de Cartón y en su Comunidad
Educativa-, podremos afrontar los retos de una sociedad que podría
autodestruirse al destruir el ambiente que le da sustento, al rescatar la
comprensión mutua, la solidaridad, la ciudadanía planetaria, la democracia
participativa y el sentido común e inteligencia que, supuestamente, caracteriza
a nuestra especie. A ver, que pasa. ¡Qué incertidumbre!
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