Aunque las guerras y el maltrato sistemático al planeta Tierra parecieran indicar lo contrario, el sapiens es inteligente.
Incluso en ese terreno minado que implica la fabricación, venta, provocación de conflictos y utilización de armas o en relación a las industrias que envasan enormes cantidades de productos manufacturados, cuyos desechos resultan contaminantes a la larga, la sofisticación de las máquinas usadas o de la tecnología involucrada en dichos quehaceres destructivos estarían evidenciando la capacidad de adecuar el potencial humano al logro de los requerimientos básicos para la satisfacción de necesidades vitales, entre ellas una distorsionada idea de la paz y la seguridad basada en la disuasión y el amedrentamiento. Prácticamente todos los grandes inventos o descubrimientos han tenido algún tipo de vínculo con la guerra para, luego, ser empleados en tiempos de paz mejorando las condiciones de vida en general (1).
Ahora bien, en momentos de no guerra y apelando a una sentida aspiración
humana mayoritaria, la de alcanzar ese ideal que propugna la “cultura de paz”,
los inventos creados en escenarios bélicos y los elaborados en contextos
pacíficos han puesto en evidencia la magnitud de esta singular, mas no
exclusiva, competencia humana llamada “inteligencia” (2).
Pero veamos someramente: ¿Cómo se ha ido definiendo la inteligencia?
Definir la inteligencia es una labor polémica. El debate al respecto continúa vigente. Hay quienes plantean que es una facultad unitaria y universal de la mente humana y que puede ser medida a través de test psicológicos. Hay quienes piensan que es una suma de capacidades que permite a las personas ejercer diferentes competencias. Hay otros, por último, que proponen la no existencia de una inteligencia única y universal, sino que ésta es múltiple y versátil.
Cicerón (106-43 a.C) fue quien introdujo el término “inteligencia” al vocabulario universal. La definió como la capacidad intelectual de saber escoger, de elegir adecuadamente (inter = entre y legere = leer, escoger). Inteligente era el que comprende y decide siendo capaz de determinar los contextos y precisar los significados.
Binet y Simon (1905) fueron los primeros en inventar un sistema comparativo
para medir la inteligencia a partir del pedido del gobierno francés, que había
dado una ley de escolarización obligatoria, solicitándoles establecer un
mecanismo que les permitiera identificar a los niños que requerían una atención
especial. Así que diseñaron una escala métrica en la que comparaban las
respuestas de un niño específico con las respuestas de todo el grupo de su
misma edad. Introdujeron, para establecer las comparaciones, el concepto de
Edad Mental o grado de desarrollo de la actividad cerebral en conjunto o
inteligencia. Si eran coincidentes la edad mental y la cronológica, el
coeficiente era 1 y 100 la media de lo que conocemos como Coeficiente
Intelectual.
La norma o normalidad se establece estadísticamente, es decir y tal como nos lo explican en la página web de Neuropediatra: “Las respuestas que nos darán tendrán una distribución normal –conocida como campana de Gauss– y se considerará que el número de respuestas correctas que dé la mayoría de niños de una edad determinada, es el equivalente a la edad cronológica”.
“Se considera que la inteligencia es normal cuando el CI de una persona
está entre 85 y 115. Las personas con un CI por debajo de 85 empiezan
a tener dificultades en su desempeño intelectual y se habla de discapacidad intelectual, por encima
de 115 se habla de inteligencia
superior”, redondean la explicación los autores de Neuropediatra (3).
El Coeficiente Intelectual medía y mide aspectos académicos ya que estas pruebas “nacieron” para solucionar temas educativos. Las inteligencias lógica, verbal y numérica o matemática eran las privilegiadas en estas pruebas o tests. Se creía que las capacidades de razonar y resolver problemas eran las claves de la inteligencia, una especie de elementos sustantivos de la inteligencia, presentes en todos los individuos, universales o generales en ese sentido.
En 1920, Thorndike fue una voz solitaria cuando enfatizó las habilidades para comprender y motivar a otras personas como lo sustantivo de la “inteligencia social”. El mundo académico seguía fascinado frente al impacto que había tenido el método del coeficiente intelectual, así que sus ideas tendrían que esperar a que Wechsler y, más aún, Goleman, las retomaran.
Por su parte, Terman (1921), definió la inteligencia como la capacidad para pensar de manera abstracta. Se continuaba enfatizando la concepción unitaria y universal de la inteligencia. Igual pasó con Spearman (1927), quien estableció que el factor cognitivo general de la inteligencia, o factor G, es una habilidad fundamental que se encuentra presente en toda actividad mental y que energiza todas las tareas no automáticas. El test de Raven, que tanto hemos utilizado en el colegio, mide específicamente este factor general de la inteligencia y los aspectos propiamente académicos ligados a la educación, las tres lógicas especialmente: verbal, matemática y lógica pura, a partir de elementos visuales y espaciales mediante una secuencia progresiva de matrices.
Todavía pasarían décadas hasta incorporar cuestiones relativas a la aplicación real de las competencias ligadas a la inteligencia. Además de los aspectos lógicos, matemáticos y verbales relativos al intelecto o el mundo académico, la incorporación de aspectos adaptativos, relaciones sociales, imaginación, creatividad, habilidades motoras, autonomía, autoestima y vida emocional demorarían un poco, pero, por fin, serían valoradas posteriormente como partes integrales de la inteligencia.
Ese proceso lo desarrolló Wechsler (1944), al definir la inteligencia como la capacidad para actuar con un propósito concreto, pensar racionalmente y relacionarse de forma eficaz con el ambiente, dejando claro –además-, que ningún test de inteligencia sería válido si no se tenían en cuenta aspectos emocionales, retomando los alcances pioneros de Thorndike y la inteligencia social. El mérito de este psicólogo rumano estadounidense fue el de diseñar pruebas psicológicas para adultos y niños donde convergen múltiples elementos o capacidades, convirtiendo la noción de inteligencia en una sumatoria de aspectos importantes que se correlacionan entre sí.
Al igual que la tendencia general, la sumatoria de aspectos correlacionados del Test de Wechsler permite establecer un coeficiente de aptitud general (CI), pero discrimina cinco dominios cognitivos específicos: (i) Comprensión verbal: semejanzas, vocabulario, información, comprensión. (ii) Viso espacial: cubos, puzles visuales. (iii) Razonamiento fluido: matrices, balanzas, aritmética. (iv) Memoria de trabajo: dígitos, secuencia de dibujos, letras y números. (v) Velocidad de procesamiento: claves, búsqueda de símbolos.
El esquema de Wechsler parece muy similar a otros centrados en la búsqueda de un coeficiente, pero la observación del comportamiento del evaluado antes y durante las pruebas, así como de su historia personal familiar, constituye una fuente información socio emocional muy relevante para comprender los resultados.
Jean Piaget (1952), define la inteligencia como la capacidad de mantener
una constante adaptación de los esquemas del sujeto al mundo que lo rodea. Su
comprensión de la inteligencia es bastante más dinámica y va adecuándose a los
cambios y al movimiento permanente de los esquemas (estructuras mentales que
pueden ser transportadas, sistematizadas y organizadas mediante el aprendizaje,
la asimilación y la acomodación).
Desde su enfoque, la psicología genética, Piaget considera la
inteligencia humana como un proceso de índole biológica con anclajes en la
herencia genética, valga la redundancia. El organismo vivo humano afronta un
medio físico al cual necesita adaptarse. Para ello, con las estructuras
biológicas y la capacidad de aprendizaje, asimila (incorpora a esquemas pre
existentes) y acomoda (modifica los esquemas para adecuarse a las exigencias
del medio), alcanzando la adaptación como resultado.
Esta reestructuración cognitiva permanente va logrando niveles de equilibrio, que vuelven a resquebrajarse ante nuevos conflictos cognitivos y así, sucesivamente, la inteligencia y el aprendizaje continúan ad infinitum.
Gardner (1983), dio un giro a las maneras de entender la inteligencia al plantear que no existe una noción unitaria o que abarque en un solo concepto la totalidad de esta cualidad humana, si no, que hay diferentes inteligencias de las que poseemos alguna más desarrollada o diferentes grados de combinación de varias de ellas a la vez. Son inteligencias independientes que aplican a los diversos campos vitales. La “Teoría de las Inteligencias Múltiples” de este autor, explicita que “al menos existirían ocho tipos distintos de inteligencia, cada uno adaptado a un área específica de la vida”, tal como nos explican en la página web “Concepto de” (4).
“Gardner y sus colaboradores podrían afirmar que Stephen Hawking no posee una mayor inteligencia que Leo Messi, sino que cada uno de ellos ha desarrollado un tipo de inteligencia diferente”, nos dice el psicólogo Bertrand Regader en la web de “Psicología y Mente” (5).
En el próximo artículo del blog del colegio profundizaremos en Gardner y
sus ocho inteligencias, así como en Goleman (1995) y la inteligencia emocional.
Pero baste decir aquí que las inteligencias intra e inter personales de Gardner
presentan muchas analogías con la inteligencia emocional de Goleman.
La tesis doctoral de Wayne Payne, titulada “Un estudio de las emociones: el desarrollo de la inteligencia emocional”, significó la aparición del término en el universo científico. Diez años después, Goleman produciría un brillante tratado al respecto.
Valeria Sabater (2022) de “La mente es maravillosa”, parafrasea a Goleman sobre la inteligencia emocional:
“De poco nos sirve un cerebro brillante y un elevado cociente intelectual si no entendemos de empatía, si no sabemos leer emociones propias y ajenas. Ser extranjeros del propio corazón y de esa conciencia social donde aprender a conectar, a gestionar el miedo y a ser asertivos es dejar de lado valiosas capacidades. Porque la inteligencia emocional es, lo queramos o no, un pilar esencial para ser felices” (6).
Otro aporte importe lo dio Stemberg (1986) con la Teoría Triárquica de la Inteligencia. En ella afirma que la inteligencia es multiforme, es decir, presenta una forma analítica, otra creativa y una última práctica.
Passer y Smith (2007) proponen que la inteligencia es la habilidad para adquirir conocimientos, pensar y razonar con eficacia, y manejarse en el entorno de modo adaptativo.
Esta última definición no está lejos de aquella que según internet, al pedirle información general sobre la inteligencia humana, coloca como una precisión general.
“Una definición de inteligencia que probablemente es la más apropiada en
el estado actual de nuestros conocimientos es la siguiente: Inteligencia es un
conjunto de habilidades cognitivas y conductuales que permite la adaptación
eficiente al ambiente físico y social”.
En el próximo artículo, además de las propuestas de Gardner y Goleman,
revisaremos en primer lugar, las características de la inteligencia,
deslindándola de la inteligencia animal y de la artificia o cibernética. Hasta
luego.
Carlos Ureña Gayoso
Integrante de EDUCALTER
(1) En la página web de las Naciones
Unidas, bajo el rubro “Paz, dignidad e igualdad en un planeta sano”, puede leerse, en relación a la paz y la
seguridad como primer enunciado que: “La principal motivación para la creación de las Naciones
Unidas, cuyos fundadores habían sufrido la devastación de dos guerras
mundiales, fue evitar las generaciones venideras del flagelo de la
guerra. Desde su creación, se ha
pedido ayuda a la ONU tanto para que evite que las disputas concluyan en
guerra, como que ayude a restaurar la paz cuando los conflictos armados ya han
estallado o que promueva la paz duradera en sociedades que acaban de salir de
una guerra”.
Fuente: https://www.un.org/es/global-issues/peace-and-security
(2) La UNESCO, en “Cultura de Paz y No Violencia”, afirma que “La construcción de una cultura de paz y desarrollo sostenible es uno de los objetivos principales del mandato de la UNESCO. La formación y la investigación para el desarrollo sostenible están entre sus prioridades, así como la educación para los derechos humanos, las competencias en materia de relaciones pacíficas, la buena gobernanza, la memoria del Holocausto, la prevención de conflictos y la consolidación de la paz”. Estos son los componentes de la Cultura de Paz promovida por las Naciones Unidas, de la que la UNESCO es la oficina especializada en Educación, Ciencia y Cultura.
Fuente: https://es.unesco.org/themes/programas-construir-paz
(3)
Página web de Neuropediatra: https://neuropediatra.org/2016/02/01/que-es-la-inteligencia/
(4)
Fuente: https://concepto.de/inteligencia/#ixzz7xKX33dUI
(5)
Bertrand Regader (2015). “La Teoría de las
Inteligencias Múltiples de Gardner”. En Psicología y Mente. Fuente: https://psicologiaymente.com/inteligencia/teoria-inteligencias-multiples-gardner
(6)
Valeria Sabater (2022). “Daniel Goleman y su teoría de
la inteligencia emocional”. En La Mente es Maravillosa. Fuente: https://lamenteesmaravillosa.com/daniel-goleman-teoria-la-inteligencia-emocional/
No hay comentarios:
Publicar un comentario