sábado, 23 de mayo de 2020

Ciudadanía ecológica y cuarentena


Durante los primeros 20 años de su quehacer educativo, el Colegio la Casa de Cartón validó la propuesta pedagógica estructurada sobre la base del Ideario, con la Solidaridad a la vanguardia, seguida de la libertad, la búsqueda de la verdad y la creatividad. Tras iniciarse su tercera década, desde el año 2005 en adelante, el equipo directivo de ese entonces, planteó sumar al Ideario dos líneas o ejes transversales de trabajo: ciudadanía y ecología.


 La línea de ciudadanía mantiene el énfasis en el ejercicio democrático y ratificaba “al aula y la escuela como espacios privilegiados para la formación de ciudadanos democráticos”[1]. El eje transversal de ecología conlleva “el reto de generar aprendizajes y actitudes responsables con el ecosistema y con las posibilidades de continuidad de la vida misma en el planeta[2]. Formar ciudadanos ecológicos, conscientes de la problemática ambiental, es parte de un estilo de educación que busca desarrollar en los estudiantes “nuevos paradigmas de producción y consumo responsables”. O dicho en otros términos, preparar personas con una ciudadanía que genere un nuevo estilo de vida y de interacción, tanto con el planeta como entre los seres que lo habitan.

Hoy por hoy y en medio de una pandemia mundial, los ciudadanos ambientales son solidarios: cooperan y se comprometen en la disminución de riesgos de contagio. Se cuidan y cuidan a los demás asumiendo la responsabilidad de informarse para no enfermarse ni enfermar a otros. Obedecen las normas dispuestas y se quedan en casa porque son conscientes de sus deberes cívicos y porque aceptan que sus derechos y libertades necesitan ser limitados por el bien de todos. 

Los ciudadanos ecológicos son personas que se dan cuenta que la cuarentena le ha dado un respiro al planeta, por la paralización de actividades productivas contaminantes y la disminución del tránsito de vehículos con combustibles fósiles. Un respiro que ha hecho posible que la naturaleza se regenere rápidamente, que el aire se limpie, que los mares alberguen más peces, que las aves se muevan con libertad, que la vida vuelva a renacer.


 Los ciudadanos ambientales están agradecidos de lo que son y tienen, valoran y cuidan lo que una gran mayoría no tiene: agua al abrir un caño, alimentos balanceados y sabrosos, varios espacios en los hogares con cierta o total privacidad, seguros médicos y utensilios para mantener la higiene, todo tipo de electrodomésticos para el bienestar y la comodidad familiar, equipos computarizados, útiles de escritorio y de arte, libros y juguetes, continuidad en sus estudios o trabajos; en fin, un montón de privilegios que nos permiten tener alternativas y quehaceres variados durante la inmovilización social.

Los ciudadanos ecológicos lamentan que la enfermedad afecte en mayor medida a las personas vulnerables, a los que tienen menos recursos, a aquellos que conviven en un espacio reducido, hacinados y sin privacidad; a los que si no salen a trabajar no pueden llevar alimento a sus casas, a los que tienen que regresar caminando a las provincias de donde vinieron a buscar mejorar la calidad de sus vidas. Les duele el dolor de los más afectados, al tiempo que les duele la pérdida del sentido comunitario ancestral, que hacía posible una organización respetuosa y ordenada de la gente para el cuidado y beneficio de todos y cada uno.


Por último, este nuevo tipo de ciudadanos, conscientes de la necesidad de una verdadera democracia y de la urgencia de cuidar el ambiente planetario, se apenan cuando ven los noticieros. Ya sea por la gravedad y el daño que causa la enfermedad, como por la falta de educación cívica y respeto a las normas de un sector de la población, puede resultar tóxico mirar en la tele lo absurdo de la idiosincrasia criolla, de “Pepe el vivo” sacando la vuelta a lo que se necesita en un momento histórico tan apremiante.

Ser conscientes, gracias a lo que las imágenes periodísticas muestran de lo que pasa en las calles, duele. Hiere el individualismo a rajatabla, con las secuelas de egoísmo, transgresión de las normas y cinismo con que contestan al abordaje periodístico algunos compatriotas.

Es el momento para cuestionar el estilo de vida que la humanidad ha adoptado como sistema generalizado y global. Es la época de revalorar y clamar por una nueva manera de vivir, que cuide el planeta y que se organice en torno a modalidades más comunitarias, que se preocupen y ocupen del bien común y del bienestar de cada integrante de la comunidad, tanto nacional como mundial.

Con cada vez más ciudadanos ambientales, el sueño de un mundo mejor, más solidario y justo podría empezar a plasmarse.  



[1] Fascículo I: Nuestra propuesta pedagógica. Hacia la escuela posible. EDUCALTER. Lima, 2009. Pág. 16.
[2] Del mismo fascículo. Pág. 17.

jueves, 7 de mayo de 2020

Ser docente en La Casa de Cartón


Cuando llegó el primer día de clases, de aquel lejano marzo de 1984, me sentía ilusionado pero con miedo. Estaba lleno de entusiasmo, a la vez que consciente de la enorme responsabilidad y del tamaño del reto que tenía al frente. Sería el profesor de primer grado de primaria y por primera vez en mi vida, enseñaría a leer y escribir a niños y niñas de 6 y 7 años. Ese día empezó la aventura docente que cambió mi vida.

Venía de enseñar matemáticas a alumnos particulares y de haber estado a cargo de cuarto y quinto años de secundaria en un colegio particular de Lima. Me gustaba ser profesor pero, a pesar de los pocos grandes modelos de maestros que tuve, todavía creía que yo sabía y los estudiantes no. Aún pensaba que era yo quien enseñaba.

Durante todo el año 1983, habíamos revisado planteamientos filosóficos, pedagógicos y psicológicos que originaban diferentes maneras de entender y practicar la educación y que dieron lugar a la creación de Ideario y de la Propuesta Educativa del Colegio La Casa de Cartón.


Al seleccionar algunas de estas ideas fundamentales para el diseño del colegio, consideramos y nos quedamos con educere, como el aspecto más importante de educar. Se trataba de hacer aflorar del otro lo que ya tenía consigo, de activar el potencial que traía, de motivar hacia la autoeducación y la autodisciplina, hacia el autogobierno en suma, mediante la generación de interés por aprender, por saber, por hacer, por ser y por compartir lo aprendido.

Los educandos, niñas, niños y adolescentes, tendrían que ser protagonistas de su propio aprendizaje. Como docente, tendría que dejar de ser, únicamente, el que sabe y enseña mediante el dictado de clase; para ser el que genera experiencias de aprendizaje donde los estudiantes descubren y despliegan sus propios recursos, activan y plasman su potencial, a partir de la curiosidad, movimiento y actividad natural que traen a la escuela, mediante la implementación de proyectos integradores de todos los saberes o áreas.

El profesor o profesora se convertiría en una o un facilitador de situaciones de búsqueda de información, conocimiento y aprendizajes; más que darles las respuestas, tendría que aprender a hacer las preguntas adecuadas para motivar dicha búsqueda. Generar interrogantes y favorecer el acceso a las fuentes del saber, era el cambio que exigía a los y las docentes dejar atrás el trasmitir lo que uno creía saber. Por eso mi miedo ese primer día de clase. Facilitar estos procesos en otras personas significa realizar un proceso de transformación personal, ya que nadie puede dar lo que no tiene.

El reto era aprender a ser solidario, horizontal, cálido y ganarme a punta de esfuerzo el rol de autoridad, mediante un liderazgo democrático, basado en el compartir el proceso de enseñanza aprendizaje, con buen trato, respeto mutuo y habilidad para que los chicos y chicas desplieguen actitudes positivas, habilidades y para que, indagando, construyan los conocimientos necesarios para el objetivo planteado en grupo. Un reto fascinante que demandaba lo mejor de uno mismo.



Al llegar a La Casa de Cartón, a casi todas las y los docentes se les plantea, personal e institucionalmente, un desafío similar: reaprender el significado del ser maestras y maestros, y volver a empezar. Todos tuvimos que desaprender lo que creíamos saber de la docencia y volver a aprender un nuevo estilo de ser profesores y profesoras. Pasamos de “dictar” clase a desarrollar una clase, en el marco de los proyectos que la propuesta educativa de La Casa de Cartón y el Ideario planteaban.

Se trataba de pasar de un estilo pasivo a otro activo y participativo. El desarrollar una clase mediante proyectos, representa que la o el profesor plantea preguntas, retos y metas a alcanzar, al tiempo que brinda los elementos para que individualmente o por grupos, apelando a la creatividad innata y a los saberes previos, los estudiantes busquen activamente y en diálogo con sus pares o profes, respuestas y construyan por sí mismos parte de los aprendizajes requeridos.

El o la docente pueden integrar en una plenaria todos los saberes alcanzados y redondear el conocimiento que se ha alcanzado en conjunto. Es un estilo con movimiento y comunicación, activo y sumamente participativo; como un “avispero” decía Mariano el director, donde el estudiante es protagonista, no observador, de su propio proceso de aprendizaje.

La idea central era y es esforzarnos en formar ciudadanos solidarios, agradecidos y felices, democráticos, conscientes y críticos de la realidad socio cultural y ambiental que les ha tocado vivir; comprometidos y sensibles con la gente de diferentes realidades y mayores niveles de vulnerabilidad. Queremos formar seres humanos responsables de sí mismos y capaces de defender la justicia social para todos. Personas libres, seguras y creativas que expresan sin temor sus opiniones y juicios, con fundamento en lo que han indagado y con amplio bagaje cultural. Estudiantes que a través de los proyectos de aprendizaje, integran los conocimientos y los aplican en la vida diaria. Tratamos de formar personas que sean lo más coherentes posible entre el ser, pensar, sentir y actuar.

Estos objetivos para con el alumnado, nos exigían y exigen acercarnos lo más que podamos a ese ideal; ser coherentes y consecuentes. Tuvimos que revolucionarnos como personas y como docentes para poder llevar a la práctica el estilo pedagógico de La Casa de Cartón. No es poco trabajo acercarnos a ese modelo. Supone mucha entrega y convicción, pasión por la docencia, responsabilidad y compromiso. En concreto, implica tiempo extra de dedicación y no necesariamente un salario acorde al esfuerzo.


Hoy por hoy, la cuarentena nos obliga a pasar de la modalidad presencial a la virtual; a aprender el uso de plataformas y de una tecnología en línea que no es sencilla para todos. Es urgente e importante adecuar nuestra propuesta pedagógica a los requerimientos de los tiempos actuales, de cambio y reordenamiento casi total, que demanda reinventarnos. Es todo un reto mayúsculo volver a estructurar el colegio en función del formato digital y adaptarnos al ciberespacio como lugar de encuentro.

El trabajo docente no se simplifica, ni se hace más fácil sino todo lo contrario. Ser docentes de La Casa de Cartón nos exige aún más de lo que ya venía exigiendo. Acompañar y supervisar a cada uno de los estudiantes demanda mucho más tiempo y entrega profesional que cuando los tenemos reunidos en el mismo espacio físico del aula.

Por todas estas consideraciones, desde este blog rendimos un profundo homenaje al equipo docente y al personal administrativo del colegio.  Es un tributo lleno de respeto, admiración y fuerza para continuar con el quehacer pedagógico que las nuevas circunstancias vitales requieren. Es una distinción plena de esperanza y solidaridad con quienes hacen realidad la educación alternativa que queremos para las chicas y chicos del colegio, que son también nuestras hijas e hijos. Fuerte y solidario abrazo. Se les quiere y extraña.                            
                                                            Carlos Ureña Gayoso
                                                   Centro de Educación Alternativa
                                                                      EDUCALTER

domingo, 3 de mayo de 2020

Galería de fotos de Lima en Cuarentena


En esta oportunidad, más que un artículo, les queremos presentar fotos de una Lima nunca antes vista. Antes y después de la fundación del colegio en 1984, hubo “toques de queda” en los que no se podía salir a la calle so riesgo de ser detenido: El Paro policial y saqueos de 1975, la devaluación monetaria y protesta popular de 1976, el estado de emergencia por terrorismo de 1986 y el autogolpe de Estado de 1992.

En esas tensas situaciones políticas, Lima y El callao quedaron paralizadas por la suspensión de garantías y el estado de emergencia, pero no se habían inventado los drones para registrar gráficamente el vacío de las calles.

Al buscar imágenes para ilustrar el artículo “Viendo lo positivo de la cuarentena”, nos encontramos con dos archivos espectaculares que deseamos compartir con la Comunidad Educativa del Colegio La Casa de Cartón. Les mostramos solo algunas de las fotos de cada archivo. Les alcanzamos las fuentes para que puedan buscar el resto, si gustan.

La primera galería de fotografías que queremos presentarles la publica ANDINA, Agencia Peruana de Noticias[1]. La segunda, corresponde al reportaje gráfico de Daniel Apuy, publicada en la página web de El Comercio[2]. Agradecemos a ambas empresas periodísticas, las fotos que les mostramos ahora. Esperamos poder contar con fotografías de otros sectores de Lima para visualizar cómo se ven los demás distritos de Lima sin gente ni autos: vacíos.


Plaza Mayor de Lima Metropolitana




Circuito de Playas: Límite entre San Miguel y Magdalena




Muelle pesquero en la Playa Pescadores de Chorrillos




Circuito de Playas: desde Magdalena se divisa El Callao




Playas Makaha y Redondo en el Circuito de Playas




Conjunto Residencial Marbella en Magdalena




Solitario can en Agua Dulce, Chorrillos. Sobre el acantilado se ve Barranco




Playa Redondo en Miraflores. Al fondo la subida por la Quebrada de Armendáriz




Cruce de la Avenida Sucre y el Jirón Salaverry en Magdalena


Fotos: Juan Pablo Azabache 

Andina Agencia Peruana de Noticias




Centro Comercial Larcomar y Parque Salazar en Miraflores






Puente Villena en Miraflores




Ovalo Gutiérrez entre San Isidro y Miraflores




Quebrada de Armendáriz: Limite entre Barranco y Miraflores





Panorámica de Miraflores




Circuito Mágico del Agua y Estadio Nacional
en el Cercado de Lima





Cruce de Avenidas Javier Prado y Paseo de la República donde colindan      
La Victoria, Lince y San Isidro


Reportaje gráfico de Daniel Apuy

Grupo El Comercio







Reportaje gráfico de Jean Pierre Crousse

El Circuito de Playas