lunes, 17 de enero de 2022

La Autoaceptación

Al empezar un nuevo año, actualizando agendas y buenos propósitos para ser mejores personas este 2022, podríamos habernos identificado con algunos rasgos negativos que planteáramos en el artículo anterior. Si nos hemos sentido víctimas, o culpables por habernos comportado como victimarios, si nuestro mal humor y agobio por tanta incertidumbre pandémica nos ganó, estamos a tiempo de hacer algunos cambios que nos ayuden a pasar de la negatividad a la positividad.  


Habíamos visto que el primer paso para realizar cualquier cambio de actitud pasa por reconocer que tenemos un talante negativo. El ser conscientes de lo que nos ocurre se convierte en el punto de partida para buscar la solución. La clave radica en rendirse y aceptar que, por ahora, somos así. Si nos rendimos completamente, la aceptación llegará con mayor fluidez.

 

También vimos que rendirnos, admitir nuestra impotencia frente al negativismo en cualquiera de sus formas y reconocer el caos que puede causarnos reaccionar por impulsos en lugar de elaborar respuestas, implica ser capaces de pedir ayuda. Y si no somos muy capaces de pedirla o nuestro ego inflado no quiere mostrarse vulnerable y desvalido, a como dé lugar es preciso que aprendamos a solicitar apoyo. No es posible salvar las apariencias y la salud mental a la vez. Es preferible requerir asistencia que aparentar que todo está bien, cuando no lo está.

Tras rendirnos, admitir y aceptar que tenemos un reto por delante, conviene llegar a creer en fuerzas superiores a nosotros mismos, adoptar una filosofía de vida, así como definir un sistema de creencias que nos ayuden contra la negatividad. Los valores del Ideario, entre muchas otras opciones, fueron sugeridas como elemento de apoyo en la transición a lo positivo.

 

Además de reconocer y aceptar que tenemos un reto que vencer, admitimos y visualizamos con la mayor claridad que seamos capaces, las consecuencias que trae la actitud negativa en nuestra vida personal, familiar, social y laboral. Hacer un inventario de cómo afecta esta negatividad nuestra vida en su totalidad, nos permite ver con nitidez qué está ocasionando y cuál es el precio que debemos pagar si seguimos tercamente en ella.


Al hacer una lista de gratitud, agradeciendo lo que hemos logrado, lo que somos y lo que tenemos, todo lo bello y bueno de nuestra vida, encontraremos energía positiva que nos empuje a continuar con el cambio de actitud.

 

Las afirmaciones positivas que se desprendan de nuestro inventario, también contribuyen a mejorar nuestras predisposiciones positivas. Si en el inventario, tipo FODA, hemos encontrado que somos intolerantes, impacientes, que nos sentimos víctimas o que somos perfeccionistas, entonces podemos elaborar un conjunto de afirmaciones que colocamos en un lugar visible que nos recuerde leerlas todas las mañanas y antes de acostarnos:

 

-  Hoy seré tolerante, comprenderé a los demás más que buscar que me comprendan.

-  Hoy tendré paciencia, disfrutaré cada cosa que haga evitando esa desesperación por hacer todo rápido que me angustia e impacienta. Lo tomaré con calma y buen humor.

-  Hoy no seré una víctima. Aceptaré que yo permito muchas de las cosas que ocurren. Pensaré que todos somos víctimas de víctimas, en una cadena interminable que me demuestra que no hay mártires ni inmolados, sino personas responsables de sí mismas y de sus actos y de las consecuencias que esos actos condicionan.

-  Hoy dejaré de creerme perfecta/o. Hoy seré humana/o y, por lo tanto, falible, con aciertos y errores. Hoy seré una persona con luces o virtudes y con sombras o defectos. No necesito imponer mi manera de ser a todos.

 

Además de las afirmaciones, compartir con otra persona lo que hemos descubierto de nosotros mismos en el inventario trae grandes beneficios personales. Puede darnos mucha vergüenza mostrarnos vulnerables con un interlocutor elegido por nosotros mismos, pero trae también, una enorme posibilidad de intimidad y de liberación. Decir lo que nos pasa en voz alta a otra persona, ya de por sí, es toda una catarsis. Compartir lo que vivimos, sentimos y pensamos nos liberará en algunos aspectos y será nuestro trampolín a mayores niveles de confianza y apertura, a la creciente libertad de poder ser nosotros mismos.



Por último, también será de mucha utilidad hacer una lista de todas aquellas personas a las que les hemos hecho daño con nuestro comportamiento negativo y estar dispuestos a enmendar el daño que les causamos. Primero, hacemos la lista. Después, nos acercamos y reparamos el daño.

 

Cada noche al acostarnos, revisamos someramente cómo nos ha ido hoy y establecemos en qué y cómo podemos seguir mejorando. Pedimos ayuda a las personas en las que hemos confiado y a aquello que hemos concebido como fuerza superior, que subyace en nuestra filosofía o valores positivos de hoy.

 

Una de las invalorables herramientas de todos los grupos que trabajan sobre la base de los 12 pasos de la recuperación, es ayudar a otra persona en la misma condición que nosotros. O sea que, si conocemos a alguien con características similares a las nuestras, poddemos ofrecer ayuda. Si la aceptan bien, y si no, también. No hacernos expectativas nos dispone al desapego y al desapegarnos, sufrimos menos, ya que nada ni nadie nos decepciona.

 

Resumiendo: Todo cambio comienza con la rendición, admisión y aceptación de la característica personal que nos agobia y daña; y termina con la aceptación plena de quiénes somos, de los aspectos positivos y negativos que descubrimos al hacer un inventario personal, así como aceptando ayudar a los demás y que nos ayuden, aceptando vivir un día a la vez para contrarrestar las angustias de lo incierto, aceptando lo que nos pasó e incorporándolo creativamente en nuestro presente (que es lo único que tenemos en realidad). Probemos. No creamos en nada si no nos funciona, pero démonos una oportunidad y pongámonos en acción.

 

Fuerte abrazo y hasta pronto.





domingo, 2 de enero de 2022

De la resignación a la aceptación

El viernes 17 fue la clausura del año escolar. Despedimos a los Arkadien, promoción 28 del colegio, y les deseamos lo mejor a toda la comunidad educativa al finalizar un año más, a pesar de los apesares. Un año controversial que fue capaz de sacar lo mejor y lo peor de nosotros, un periodo de esperanza, solidaridad y resiliencia frente a la adversidad y los retos que afrontó La Casa de Cartón, la sociedad peruana en su conjunto y la humanidad por esta pandemia que no termina de irse. También fue un año de dolores mordaces, ocasionados por la enfermedad o pérdida de nuestros seres queridos, o por el zarandeo de los cambios y riesgos a los que nos expuso esta etapa tan intensa, que nos hizo ver con demasiada claridad lo vulnerables que somos. Ahora que termina el 2021 y comienza el 2022, podría ser una buena oportunidad para evaluar cómo estamos en cuanto a nuestras actitudes. ¿Hemos sacado lo mejor o lo peor de nosotros? ¿Cómo nos autoevaluamos?

 

Para comenzar, recordemos que el cómo asumamos las adversidades y reveses que la vida nos presenta, suele relacionarse con: (i) Nuestra historia personal, familiar y socio cultural, (ii) las actitudes y valores que hemos adoptado de manera consciente o inconsciente, y (iii) con las decisiones que tomamos hoy en función de las motivaciones que nos llevan a tomarlas.

 

Tipifiquemos en dos -para hacerlo lo más simple posible-, las actitudes frente a lo que nos trae la vida tanto en la cotidianidad como ante eventos de envergadura, como los recientemente vividos a escala local, nacional y mundial. La actitud puede ser positiva o negativa, con muchos matices e inflexiones entre ambas.

 


Empecemos por la actitud negativa. Si en nuestra vida personal ocurrieron eventos muy fuertes que nunca (o hasta ahora) no pudimos ni resolver ni sanar, ni terapear ni desfogar con el arte, el deporte, la ciencia, los amigos, o la actividad profesional o laboral, entonces es posible que predomine en nuestro ánimo cierto pesimismo, suspicacia, recelo, mucho temor, resentimientos y cólera, que desembocan inevitablemente en una actitud negativa. No hemos podido ni aceptar lo que pasó, ni aceptarnos a nosotros mismos en esos vaivenes a los que nos expuso la vida.

 

Tampoco hemos llegado a querernos por lo que somos, sino que buscamos la aprobación de los demás. No es autoestima sino ego lo que manifestamos. Podemos sentirnos víctimas o podemos actuar como victimarios. Pasamos del ego inflado, sobrevalorando nuestra propia persona y sintiéndonos superiores a los demás. O podemos sentirnos víctimas, presas de la inseguridad y el desamparo, cayendo fácilmente en la autocompasión: “pobrecito de mí”, “nadie me quiere”, “nadie me comprende”, “yo solo tengo que hacer todo” y un largo etcétera de variables autodestructivas, cargadas de vergüenza y culpa, capaces no solo de hacernos daño sino de maltratar a los demás, especialmente a los de nuestro entorno inmediato.

 

El sentirnos víctimas y mantener una actitud negativa nos resta energía y vitalidad, nos enferma y nos destruye lentamente. El miedo es el eje central de las ansiedades, de los síntomas psicosomáticos, del estrés, del malhumor y de la violencia. La mayoría de veces, al miedo se suman los resentimientos y la cólera, el egocentrismo y la violencia, física o psicológica (incluye la verbal). Vivimos resignados y cada vez que recordamos el motivo de nuestra resignación, se activa lo negativo que sigue ahí, sin resolver. No queremos ni deseamos esto que vivimos, pero sigue allí y nos hace sentir abrumados. Nos acosa desde nuestro propio ser ya que no nos hemos permitido afrontarlo de una buena vez.

 

Si estamos en esa actitud negativa o en alguna de las manifestaciones que acabamos de enumerar, ¿cómo podemos salir de ese estado y pasar a una actitud positiva?

 


El primer paso para liberarnos de la negatividad, el pesimismo, la victimización, la queja constante o el perfeccionismo, de nuestras actitudes negativas, en suma, es reconocer que tenemos esa o esas características perjudiciales. Ser conscientes de ellas empieza a ser parte de la solución. Negar que las tenemos, nos mantiene atados a ellas. Luchar contra ellas, causa el efecto contrario: se aferran con mayor fuerza. La clave radica en rendirse y aceptar que somos así, que nos sentimos víctimas, que en nosotros predomina el pesimismo, que nos quejamos o lamentamos con demasiada frecuencia, o que somos perfectos y que nadie hace las cosas como nosotros.

 

Nos rendimos. “No puedo con estas actitudes negativas”. “Soy impotente frente a ellas”. “No tengo control ni gobierno sobre esta tendencia mía tan dañina para mí mismo y para los demás”. Si nos rendimos completamente, la aceptación llegará con mayor fluidez. Si nos resistimos, igual nos mantendremos en la resignación. (1).

 

Una vez dado el primer paso, el de rendirnos ante nuestros síntomas y aceptarlos plenamente, resulta prudente pedir ayuda: de la pareja, de los hijos e hijas, de amigos y amigas, de un/a terapeuta, de un/a coach, de literatura o videos de autoayuda, de alguien de nuestra total confianza que nos permita elaborar en conjunto, un camino para salir del hoyo de la negatividad.

 

También necesitamos llegar a creer que algo mucho más grande que uno mismo puede librarnos de nuestra negatividad, que nos puede ayudar a recuperar el sano juicio en este aspecto. Es preciso encontrar por propia decisión un poder mayor que nuestras actitudes negativas. La vida, el amor, la gratitud, la solidaridad y los valores del colegio, la energía cósmica, el ser verdadero, Dios como cada quien lo conciba, la naturaleza u otro elemento que sea considerado “sagrado” o “lo máximo”, sirven. Cada quien escoge su Poder Superior y lo hace a su medida y necesidad. Lo único que se requiere es que sea más grande que nosotros y que pueda servir de apoyo para contrarrestar la fuerza de lo negativo. Este sería el segundo paso.

 


Necesitamos sano juicio para no repetir los mismos errores, esperando resultados diferentes. Dejar de lado la terquedad, el querer tener razón a toda costa, el pretender saber todo de todo, puede servirnos para vivir bien, al menos mejor que hasta ahora. Probemos algo diferente para no repetir la misma cantaleta cayendo en los mismos patrones de conducta que no benefician a nadie y nos mantienen negativos.

 

También resulta sumamente útil para propiciar y mantener el cambio personal, ser conscientes de lo que vivimos y modificar el enfoque que tenemos de nuestra realidad inmediata. Si en lugar de ver siempre lo que me falta, nuestros errores o los de los demás, las imperfecciones y problemas, nos centramos en observar y agradecer todo lo que somos y tenemos, nuestra actitud podría pasar a positivo. Al despertarnos, nos esforzamos por tomar consciencia de que dormimos en una cama, con almohada, ropa de cama y pijama. Vamos al baño y… ¡tenemos un baño! Sale agua del caño cuando lo abrimos, tenemos agua y desagüe en casa, tenemos luz, energía eléctrica para que funcionen todos los equipos y máquinas. ¡Tenemos equipos y máquinas, electrodomésticos, hasta un auto a lo mejor! Tenemos tanto que agradecer, que resulta muy liberador hacer una lista de todo aquello por lo que podemos estar agradecidos. Eso contrarresta la negatividad y se parece mucho a las afirmaciones positivas que muchos grupos utilizan para mejorar la autoestima. Pero de eso nos ocuparemos en al próximo artículo.

 

Hasta pronto.

 

(1) En los tres artículos anteriores, hemos revisado los fundamentos y técnicas de la Consciencia o Atención Plena (Mindfulness), que ayudan a estar aquí y ahora, así como a tomar consciencia de nosotros mismos como protagonistas de nuestras vidas. Es una manera de contrarrestar el negativismo, de valorar nuestra vida y estar vivos hoy.