jueves, 16 de febrero de 2023

Aprender por descubrimiento

Desde los albores del Colegio La Casa de Cartón y por las edades de las niñas y niños que atendíamos, favorecer experiencias de descubrimiento de la realidad fue un factor trascendente de la propuesta pedagógica. Partir de las vivencias que nuestros estudiantes tenían como personas, como hijos y como integrantes de una familia determinada, asistiendo a una escuela específica, y dentro de un contexto socio-político, era el punto de partida en la formulación de los proyectos que se desarrollarían y de las sesiones de aprendizaje a ser diseñadas e implementadas.


Estaban, los y las estudiantes, y estábamos, las y los docentes, iniciando un modelo educativo en el que las chicas y chicos serían los protagonistas de sus procesos de aprendizaje y en el que el equipo docente se encontraba escudriñando métodos, teorías y prácticas pedagógicas acordes con las ideas iniciales del proyecto escolar. Todos nos encontrábamos descubriendo nuevas maneras de educar y éramos educados, a su vez, (o mejor dicho reeducados) por estas modalidades novedosas.

Partir de la experiencia personal para elaborar, con ayuda de las familias, la línea de tiempo de la historia de cada estudiante y de sus familias, o entrevistar al abuelito o abuelita y preguntarles cómo se conocieron y enamoraron, a los padres para saber cuánto tiempo estuvieron de novios y cómo así decidieron tener hijos (tenerlos a ellos), dónde vivieron y cómo era la localidad donde se radicaron, por poner algunos ejemplos, abría paso a los trabajos sobre historia y geografía enmarcados dentro del proyecto familia y comunidad, por mencionar uno de estos proyectos.

En el proyecto La Ciudad los horizontes se ampliaban y salíamos a recorrer las calles aprendiendo a cruzarlas sin peligro y con precaución, a respetar las señales de tránsito, los cruceros peatonales, a tomar buses, a reconocer los distintos tipos de establecimientos y cómo las familias de ellos las necesitaban, en cualquier barrio, para abastecerse de lo básico para vivir. Observábamos las diferencias y desigualdades de los barrios y también aprendíamos a valorar lo privilegiados que éramos al contar con parques y juegos cercanos, al tener el verde de los jardines tan a mano, al poder satisfacer prácticamente todas nuestras necesidades como personas, incluyendo la educación. Visitábamos al alcalde del distrito y al de Lima Metropolitana, ingresábamos al Estadio Nacional y en grandes caminatas de descubrimiento, incursionábamos del Parque de los Héroes, al de los Bomberos, hasta llegar a la meta final: El Parque de Lince.  

En uno de esos recorridos y salidas, con ayuda de movilidades de familiares y amigos, llegamos a la Universidad Católica a participar de una sesión experimental de química, donde tanto niños, niñas y adultos quedamos maravillados al ver cómo una flor era convertida en vidrio al ponerla en contacto con el nitrógeno, por referir uno de los experimentos que nos mostraron. Los paseos por el Parque Las Leyendas resultaban fabulosos: diversión y juegos, alegría y aprendizaje, descubrimiento del mundo animal dentro del proyecto la granja y los animales, por añadir otro ejemplo.


La idea de fondo era canalizar, hacia la búsqueda de información, la curiosidad natural que traían los estudiantes. Desplegar al máximo esas ganas de conocer y de saber, que habíamos observado se reducía en otras instituciones educativas, al reprimir el movimiento y la comunicación entre escolares y entre ellos y los adultos (profesoras, profesores y familiares) que los acompañaban en los paseos de descubrimiento. Nosotros queríamos fomentar el “avispero” al que aludía Mariano, nuestro cofundador y director,  cuando se refería a que los chicos y chicas puedan conversar y moverse al aprender, rompiendo el molde del estudiante “entornillado” a una silla y mirando al frente a escuchar (obligado) el monólogo del profesor, dentro de un esquema desquiciadamente pasivo, acrítico y mata curiosidades.

Además del “avispero” y entre otras muchas ideas alternativas, Mariano nos propuso la lectura de Jerome Brunner, uno de los seguidores de Piaget, con propuestas que desde la psicología cognitiva, daban un lugar central al aprendizaje por descubrimiento, promoviendo que los estudiantes adquieran por sí mismos los conocimientos. Piaget, Brunner, Ausubel, Vigotsky y demás científicos, a quienes revisaremos en el próximo artículo, serían reconocidos mundialmente dentro de lo que actualmente se conoce como el modelo pedagógico constructivista.

Ya sea en las salidas y visitas, así como en las actividades en el salón o en los diferentes ambientes del colegio, el equipo docente favorecía la observación consciente y metódica, la apreciación de la inmensa variedad de sonidos, la manipulación de objetos de toda índole y textura, la apreciación de olores y sabores, el cerrar los ojos para agudizar los sentidos, tanto hacia dentro como hacia afuera. Desarmar algo e intentar volver a armarlo, comprender para qué sirven los distintos objetos, descubrir cómo y por qué funcionan, cuál es el sentido de las actividades que realizamos o el por qué las personas nos comportamos de determinadas maneras, para qué las responsabilidades, los acuerdos grupales y los retos personales, la historia, la matemática, el deporte y la escritura, entre otras, nos son necesarias, y cómo así fueron y son parte de un acercamiento cuestionador y exploratorio del mundo que nos rodea en las tantísimas áreas que nos ofrece. 


 Hoy, el equipo docente se encuentra reflexionando y sacando lecciones del año pasado y de los años anteriores, para preparar experiencias de aprendizaje llenas de significatividad, pasión y sorpresa para que nuestros estudiantes puedan descubrir, comprender, interpretar y desenvolverse de manera libre, solidaria, creativa e indagadora de las verdades que encierra, en el mundo que nos está tocando vivir y en este hermoso aunque polémico país en el que somos y estamos.

¿Cómo podemos brindarles en casa, ahora que están de vacaciones, ocasiones para descubrir algún aspecto de la vida cotidiana casera, familiar o de alguna persona en particular, miembro de la familia o amigo muy cercano? Los constructivistas generan un conflicto cognitivo para, a partir de él, indagar por respuestas plenas de sentido e información. Por ejemplo, tus hijas e hijos pueden “saber” que mamá o papá (o la abuela o el abuelo) son médicos, ingenieros o vendedores en el mercado. Además de saber el nombre del oficio o de la profesión, ¿comprenden, al más alto nivel, de qué se trata la actividad laboral del familiar en cuestión? El conflicto cognitivo sería: ¿Qué exactamente hace tal familiar como vendedor, como médico o como ingeniero? O, ¿Qué significa ser “ama de casa”? ¿También sería posible que exista un “amo de casa”? ¿Por qué sí y por qué no?

Dependiendo de las edades de nuestras hijas o hijos, ¿no podríamos llevarlos y que nos acompañen en un día de nuestras labores para que vean con nitidez qué es lo que hacemos? Es uno de tantísimos ejemplos posibles. Sugerimos darle cuerda a la creatividad este verano.

Hasta luego.

 

                                                                             Carlos Ureña Gayoso

            Integrante de EDUCALTER