viernes, 23 de diciembre de 2022

Y se va el 2022

Quizás les haya pasado que, cuando éramos niños de primaria y seguro también en inicial, el tiempo parecía eterno. Un año escolar o un día de clases duraban lo que tenían que durar, que usualmente era bastante. El año pasaba tan lentamente que no veíamos las horas de que llegaran las tan ansiadas vacaciones. El día era tan inmenso que alcanzaba para ir al colegio, hacer todo lo que nuestros familiares nos indicaran que había que hacer en casa y hasta quedaba un saldo para ir a visitar a algún amigo o amiga y jugar hasta que nos avisaban que volviéramos.

Ya en la pubertad y adolescencia pudimos percibir un pequeño ajuste en nuestras vivencias temporales, por la necesidad de destinar más horas a los y las amigas, las reuniones y paseos en grupo, el enamoramiento primerizo, las cada vez mayores exigencias en casa; pero no fue hasta cuarto o quinto de secundaria que sentimos la pegada: ¿Qué voy a hacer cuando termine el colegio? ¿Estudiar? ¿Trabajar? ¿En qué?  El tiempo a nuestra disposición se redujo un tanto.

Al terminar el colegio y empezar los estudios o trabajos, la percepción sobre el aprovechamiento del tiempo y cómo hacerlo más elástico, se fue convirtiendo en algo cada vez más valorado aunque de resultados fugaces. Pero la intensidad de la existencia juvenil, -con tantas vicisitudes, retos, amistades, enamoramientos, sesiones filosóficas y políticas sobre cuanto existe y cómo se podría mejorar o cambiar el mundo-, permitían alimentar la creencia de que uno, a sus 25 años –por decir una edad clave- era prácticamente eterno.

Luego la vida se encarga de abastecernos de sin número de responsabilidades, compromisos y obligaciones que nos llevan a sentir que los días pasan volando, en un respiro, demasiado de prisa. Cuando por fin nos tomamos un aire para sopesar con calma y evaluar nuestra vida por motivos, usualmente, o muy alegres y vitales, como la graduación de una hija o hijo o el nacimiento de un nieto, o por motivos más bien tristes, como la muerte de una persona querida, vemos cara a cara lo volátil que es existir.   

Hoy, mes de diciembre del 2022, el colegio termina el periodo lectivo anual y se preparan, estudiantes, familiares y equipo docente, para la clausura del viernes 16. Este año se ha pasado rápido pero estuvo lleno de grandes acontecimientos:

-  Las chicas y chicos volvieron a las aulas a rencontrarse con sus amistades y docentes tras dos años de aislamiento pandémico por el Covid 19, quienes con su algarabía y entusiasmo, le devolvieron la vida al colegio.

- Las actividades escolares se desarrollaron sin mayores contratiempos, retomándose las responsabilidades, las comisiones productivas, los proyectos de indagación científica, las áreas de comunicación y matemática, los talleres de arte, la psicomotricidad y educación física, de acuerdo a la malla curricular de cada ciclo y con las medidas sanitarias preventivas.

-  Se implementaron las Olimpiadas, los Juegos Florales, la Feria de Ciencias, la Minka, el Aniversario del colegio y las evaluaciones compartidas entre familiares y profesor@s.

-  Y llegamos a la clausura con la satisfacción de haber puesto lo mejor del equipo directivo y docente para desplegar una educación alternativa de calidad para nuestr@s estudiantes y sus familias. Desgraciadamente, en el contexto de una convulsionada situación política que ha provocado se declare en emergencia a todo el país. 

 La vida, que cada año que pasa nos da la impresión de discurrirse entre las comisuras de nuestro ser con mayor ligereza, pero que vivida intensamente, con los valores del Ideario, los ejes transversales de la ciudadanía ambiental, los principios pedagógicos y las consignas, la hacen plena, satisfactoria a pesar de los apesares, íntegra y digna, nos despedimos, agradeciéndoles su acogida y confianza en el Proyecto Educativo del Colegio La Casa de Cartón.

Fuerte abrazo a tod@s.

 

                                                                                                                             Carlos Ureña Gayoso

                                                                                                                        Integrante de EDUCALTER

 


miércoles, 7 de diciembre de 2022

Criollismo y Cosmovisión Andina

En México y América Central no hay Andes pero sí, una visión de la vida y la muerte más cercana a la cosmovisión andina, que a las creencias ancestrales de la Europa prehistórica que han llegado al Occidente y perduran hasta hoy, como el Halloween o el Día de los Santos y Difuntos. Existen varios puntos de encuentro, así como algunos otros de desencuentro, entre los pueblos que forjaron la cultura occidental y las antiguas civilizaciones latinoamericanas. Veamos.

Todos los pueblos precolombinos de Mesoamérica (América Central y México), desde su florecimiento en el siglo XIV a. C. hasta la conquista de los españoles en el siglo XVI d.C., fueron sociedades agrícolas, ganaderas y comerciantes, cuyos dioses feroces exigían sacrificios humanos, prácticas rituales y ofrendas ceremoniales para asegurar las buenas cosechas, y que enterraban a sus muertos haciendo evidente su creencia en otra vida en el más allá. Veneraban a sus ancianos y los más sabios, junto con las fuerzas naturales de origen divino que poblaban su panteón politeísta, se convertían en tótems o ídolos, representados en enormes cabezas talladas en piedra (de forma análoga a los celtas europeos que lo hacían con calabazas). Tuvieron poco desarrollo en metalurgia, salvo los aztecas con el oro, la plata y el cobre ornamentales, pero fueron excepcionales en la arquitectura, la astronomía y las matemáticas.

A los olmecas se les reconoce como los pioneros en la zona e influyeron en las civilizaciones que los sucedieron: los purépechas o michoacanos, los zapotecas, los mayas, los mixtecos, los teotihuacanes (si es que fueron una cultura diferente a los mayas), y los méxicas o aztecas. Todas estas culturas mesoamericanas aparecieron desde el siglo XV a.C. o antes incluso, pero florecieron en distintos periodos, dándose épocas de convivencia y alianza, como cuando los zapotecas se unieron a los mixtecos para frenar la expansión azteca, o prevaleciendo unas sobre otras, como cuando los mayas se constituyeron como la civilización más sofisticada de la región, por sus ciencias y letras ya que ostentan el único lenguaje jeroglífico de toda América, o como cuando los aztecas sometieron a todos los demás pueblos mesoamericanos y llegaron a usar una escritura pictográfica. Al igual que a las civilizaciones andinas, las pugnas por tierras y recursos, así como por el poder regional, les duró hasta la conquista española.

Por su parte, en Sudamérica, las culturas andinas fueron muy parecidas a las mesoamericanas. Basaron su economía en la agricultura y ganadería, domesticando ingente cantidad de especies, y desarrollando la metalurgia a buen nivel. Aunque no conocieron el hierro, utilizaron el cobre, el plomo y el estaño para fabricar bronce, además del creativo trabajo en oro y plata.

Los incas heredaron y recrearon todos los conocimientos de los pueblos previos a ellos. De los carales, los nazcas, los caxamarcas y los mochica chimú adaptaron los sistemas de riego y el manejo eficiente del agua; de los chavines y los wari, su arte lítico para trabajar la piedra en obras de ingeniería y arquitectura -solo comparables a las de los mesoamericanos-; de los tiwanacu y los paracas aprendieron el arte textil y cerámico, también muy elaborado por los mochica chimú; de los Chachapoyas sus construcciones circulares. Desde Caral (3,000 a.C.) hasta el sometimiento del Imperio Chimor o Chimú (1470 aproximadamente), los incas recogieron los saberes y experiencia de casi 45 siglos, coexistiendo con varias de las culturas anteriores a ellos, siempre y cuando aceptaran el vasallaje que se les imponía.

Prácticamente todos los estados precolombinos fueron teocráticos y panteístas en su politeísmo. Tuvieron gobiernos monárquicos regentados por militares o sacerdotes que lideraron los imperios wari, mochica chimú e inca, siendo el líder de estos últimos considerado divino en su origen. Creyeron en la vida posterior a la muerte y rindieron culto a los mayores a quienes consideraban oráculos o sabios. Sus dioses pasaron de ser feroces y encarnizados, como los de los chavines, a benéficos y naturales como los de los incas, identificando incluso a un dios creador que subsumía a los demás: Wiracocha.

En la cosmovisión y mitología, tanto andina como mesoamericana –cuya búsqueda en internet recomendamos-, no existe paralelo con el umbral que se abre en determinada época del año y cuyos seres míticos discurren entre el mundo de los vivos y el de los muertos, tal como vimos en el artículo anterior en el que creían los celtas y que han adoptado los países de habla inglesa. Existen algunas leyendas sobre seres del más allá, como la de la Ccarccacha o jarjaria en ciertas zonas del sur andino, pero que están claramente localizadas y no permiten generalizaciones.

Los aztecas celebraban el día de los muertos, cuya tradición ha quedado íntimamente ligada a las ceremonias mexicanas en la actualidad. Tanto aztecas como incas, al igual que chibchas, araucanos y fueguinos, veneraban al sol o inti como máxima autoridad divina en el concierto politeísta, aunque las autoridades ya concebían una entidad única que aglutinaba a las deidades menores. Los mayas encontraron en la naturaleza la inspiración para reverenciar a dioses y diosas multiformes, pero los incas y sus predecesores relacionaron a las deidades naturales a la agricultura, la ganadería y la salud (Pachamama y los Apus, entre otros dioses y diosas comunes a todos nuestros pueblos ancestrales).

Los tótems, representados en cabezas, parece ser un elemento común a multitud de pueblos de todas las latitudes, así como es compartida la tendencia inicial al politeísmo que nuestros ancestros, tanto de América como de Europa, tuvieron. El panteísmo o animismo, que otorga vida a todo lo que se considera sagrado, resulta más propio de las culturas americanas en cualquier latitud, que a las europeas.

Ese animismo estará presente en las creencias de los afro descendientes esclavos, que llegaron con los españoles pocos años después de la conquista de América, y con ellos: la guitarra y el cajón, elementos clave del criollismo. Los descendientes de africanos nacidos en el Perú se consolaban de tantísimos vejámenes a su dignidad, -dada su condición de esclavos trabajando en los latifundios costeños-, bailando y cantando, zapateando y acompañando la música y el baile con golpes rítmicos sobre superficies de madera. La iglesia católica había prohibido el uso de tambores, en el siglo XVII, por considerarlos paganos y porque permitía a los esclavos comunicarse entre grupos distantes. Así que los afroperuanos se las ingeniaron para utilizar cajas de madera en las que transportaban mercancías a las haciendas azucareras y algodoneras. Si se las requisaban, estas cajas pre cajoneras eran fácilmente sustituibles.

En algún momento, entre el siglo XVIII y mediados del XIX, dada la data existente al respecto, aparece el cajón peruano tal como lo conocemos, en Chincha, Ica, tras haber sido emulado por cucharas de madera, golpes sobre mesas y bancas, puertas y pisos que pudieran sonar al ritmo de las manos y dedos morenos. El landó, la marinera, la zamacueca, el alcatraz, el festejo, el zapateo y demás ritmos “negros” no serían posibles sin el acompañamiento del rítmico cajón. Al parecer don Porfirio Vásquez, ya en el siglo XX y con el apoyo de sus hijos –todos músicos o decimistas, en especial el menor: Pepe Vásquez-, otorgó las medidas y calidad de la madera al cajón como instrumento musical estándar.

La guitarra vino después. La trajeron los españoles, muy avanzado el siglo XIX. De amarrarse una cuerda en la cavidad bucal (usada como caja de resonancia) en la prehistoria del sapiens, se inventó en Persia (hoy Irán) el tar: una especie de laúd oriental, que luego se desarrolló como cítara en Grecia con cuerdas sobre una caja de resonancia en forma de herradura, para convertirse en el oud árabe durante la ocupación mora de la península ibérica (hoy España y Portugal), cuyo cuerpo se aplana y da lugar a la vihuela, que a su vez origina la guitarra barroca y la mandora o mandolina, para finalmente crearse –en el siglo XIX por el guitarrero español Antonio de Torres-, la guitarra tal como la conocemos actualmente.

Con guitarra y con cajón, acompañados por instrumentos andinos en varias tonadas, en octubre de 1944, el presidente Manuel Prado Ugarteche y el ministro de educación Pedro Olivera, a través de una resolución suprema, establecen el 31 de octubre como “Día de la Canción Criolla”, con el doble objetivo de realzar las celebraciones del “Señor de los Milagros” y para rendir homenaje al movimiento indigenista y a la fuertísima ola migratoria desde el interior del país hacia la capital, en una época en la que artistas del indigenismo y líderes de la talla de José Carlos Mariátegui, reivindicaban la igualdad entre peruanos de distintas procedencia para alcanzar una vida digna. Años después, Lucha Reyes, la “Morena de Oro del Perú”, inigualable cantante afroperuana de música criolla, fallece coincidentemente también el 31 de octubre, con lo que la fecha cobra una relevancia primordial.

Queda en las y los lectores, madres, padres y familiares de las y los estudiantes del Colegio La Casa de Cartón, del equipo directivo y docente, así como de las y los propios estudiantes, revisar las tradiciones históricas y costumbristas que nos legaron diferentes antecesores que promovieron nuestra identidad cultural, la decisión de qué celebrar entre finales de octubre e inicios de noviembre. ¿Halloween o Día de la Canción Criolla? ¿O es posible celebrar las dos fechas al margen de los orígenes y despliegue histórico?

 

                                                                                                                             Carlos Ureña Gayoso

                                                                                                                        Integrante de EDUCALTER


jueves, 10 de noviembre de 2022

Del Samhain Celta al Halloween Anglosajón

En el artículo anterior, terminamos la reflexión dejando abiertas las preguntas: ¿Halloween y/o Día de la Canción Criolla? ¿Cómo es ahora y qué reflexiones se hacen al respecto, hoy, con los estudiantes y las familias? También les anunciamos que el Samhain de los celtas presenta componentes muy similares a los del Halloween actual de los países de habla inglesa y es considerado como su origen ancestral, así como las similitudes con el Día de los Muertos celebrado en México y en todo el orbe occidental, salvando distancias de forma y algo de fondo, también están presentes. En este artículo revisaremos las tradiciones ligadas a los muertos y a la muerte que realizan los países de occidente como parte de sus creencias y cosmovisión.  

Los celtas (700 a.C. – 400 d.C.)  fueron un pueblo prehistórico descollante en la forja del hierro como innovación que permitió a las antiguas tribus y clanes, mejorar la calidad de sus vidas por la mayor resistencia y versatilidad de los utensilios, herramientas y –por desgracia- armas, que pudieron fabricar con ese metal.

Tras las migraciones desde el África que poblaron la tierra gradualmente, los sapiens arribaron al Asia, primero, luego a Europa y, finalmente, a Oceanía y América durante el paleolítico y neolítico de la Edad de Piedra. Los grupos humanos que se asentaron en lo que hoy es Europa central y occidental son conocidos en la historia como los Celtas, protagonistas de la Edad de los Metales (1). Su influencia fue decisiva en la colonización de Gran Bretaña, Irlanda y Escocia. Llegaron a dominar el sur de la antigua Germania (Alemania), pero no pudieron radicarse en Grecia (donde atenienses y espartanos los frenaron a pesar de tomar Delfos por un breve periodo), ni en Italia (con etruscos y romanos oponiéndoles resistencia, tras el saqueo de Roma). No llegaron a asentarse en  territorios colindantes con el Mar Mediterráneo, aunque establecieron vínculos comerciales con toda la Europa prehistórica conocida. 

Los celtas no tuvieron un estado unificado ni mucho menos, pero su acervo cultural se mantiene hasta hoy. Fueron tribus guerreras dispersas en bandos y clanes que iban conquistando territorios hasta constituirse en los ancestros de los anglosajones, francos, ibéricos, eslavos y varios otros pueblos euroasiáticos. Son los tatarabuelos de la cultura occidental y los rasgos que unificaron su acervo cultural fueron: el lenguaje, la religión politeísta con los druidas como líderes, las manifestaciones artísticas y la manera de afrontar las guerras de expansión.

Los pueblos celtas coleccionaban las cabezas de sus enemigos vencidos, en la creencia que ahí se alojaba el alma de las personas. Esta “costumbre” guerrera daría lugar a la representación mediante calabazas de las cabezas de los vencidos, en el Samhain inicial y en el Halloween posterior. Con la luz de una vela en el interior y tallados los ojos y la boca, las calabazas semejaban cobrar “vida”.

 

El Samhain celta era un festival por el “fin del verano”, que hacía coincidir el paso de la cosecha al invierno, una especie de año nuevo agrícola prehistórico, con la apertura del umbral que separaba la vida real con el mundo fantasmagórico donde muertos, hadas, brujas, gnomos y demás seres mitológicos podían relacionarse con los miembros de las tribus célticas, entre el actual término de octubre e inicios de noviembre. Para que los espíritus que cruzaban libremente el umbral entre la vida y la muerte no se enojaran ni causaran destrozos, se les dejaba comida y bebida en las puertas de las casas, de ahí el pedido de caramelos y golosinas posterior. La National Geographic considera a los pueblos pre-célticos y establece el nacimiento del Samhain en el 1,200 a.C., es decir, hace más de 3,200 años.

Tras la dominación romana de todo el mundo antiguo (Europa, parte de Asia y norte de África), los celtas prevalecieron con sus costumbres y cultura, atrincherándose en Galicia (España), el norte de Francia y el Reino Unido e Irlanda. Tras la caída del Imperio Romano de Occidente, la Iglesia Católica establece el Día de Todos los Santos el primero de noviembre para contrarrestar la influencia pagana de los celtas. Paganos porque fueron politeístas y no creyentes en un solo Dios “verdadero”, como afirmaban los cristianos, judíos y musulmanes.  

La expansión del catolicismo y el surgimiento de iglesias cristianas protestantes, parece haber sido la razón por la cual recién en 1745 se organizó en Inglaterra, sus reinos y colonias, una gran celebración por el Día de todos los Difuntos o espíritus (“All hallow even”, que terminó siendo Halloween abreviado). Todos los santos, los difuntos, los muertos, las ánimas o espíritus y cuanta forma de conmemorar a los que se han ido antes que nosotros, quedaron ubicadas en el calendario entre el fin de octubre y los primeros días de noviembre. La mayor novedad que aportó el Halloween irlandés e inglés fue la implementación de disfraces alusivos a los seres mitológicos celtas que trasponían figuradamente, el umbral entre el “aquí” y el “más allá”.

 

Los ingleses del Reino Unido (UK), y en particular los irlandeses, por la fuerte migración a Nueva York a mediados del siglo XIX, fueron los abuelos –por así decirlo- de los norteamericanos. Llevaron a cuestas sus costumbres y tradiciones, Halloween entre ellas y esta celebración se popularizó a nivel mundial, especialmente en los países angloparlantes y en la Mancomunidad de Naciones (Commonwealth), que agrupa a las ex colonias del UK. Los disfraces son el matiz característico peculiar de estas fechas, siendo emblemática la de la bruja con su volátil escoba.

Los mexicanos también se disfrazan pero –a diferencia de los angloparlantes- el disfraz del esqueleto es el ícono de las celebraciones, que duran dos días, el 1 y 2 de noviembre. Las luces, los globos y las vestimentas de colores intensos y vistosos, las comidas y las procesiones, hacen de esta celebración mexicana una especie de carnaval festivo donde se mantiene vivos a los muertos por el solo hecho de recordarlos. No se abre ningún umbral, desde el cual los espíritus o seres míticos nos visiten. La tradición mexicana, de manera similar a la de toda Latinoamérica, parte de otras fuentes y tradiciones, de una cosmovisión diferente a la europea y norteamericana, como veremos en el próximo artículo.

 

                                                                                                                             Carlos Ureña Gayoso

                                                                                                                        Integrante de EDUCALTER

 

 

(1) Los celtas se asentaron en lo que actualmente corresponde a los territorios de Hungría, Suiza, Bélgica, Eslovaquia, Austria, República Checa, Liechtenstein y Luxemburgo. Desde esos territorios de Europa central se expandieron hacia la Galia (el norte de Francia) y Galicia (al norte de España). También influyeron en Anatolia (hoy Turquía) y en todas las tierras intermedias (las actuales Rumanía, Bulgaria, Serbia, Croacia, Kosovo, Montenegro, Eslovenia, Albania y Bosnia y Herzegovina).

 

Fuentes: Todo lo que hay en internet bajo el título de Celtas, Samhain, Edad de los Metales, Prehistoria, Edad Antigua. Se recomienda sumergirse en esa información. Es fascinante.

 

 

jueves, 3 de noviembre de 2022

Entre octubre y noviembre

Cuando se fundó el colegio y empezó sus actividades educativas, en ese lejano pero maravilloso año de 1984, el equipo docente y los promotores afrontaron un nuevo dilema cuando estaba por finalizar octubre. ¿Celebraríamos el Día de la Canción Criolla o Halloween, el día de las brujas y los muertos?

A todos los retos y planteamientos alternativos que habían sido la matriz del proyecto, optando finalmente por la solidaridad, la búsqueda de verdad, la libertad y la creatividad como actitudes que llevan a valores universales y propugnando la necesidad perentoria de cambios sociales para aportar a la creación de una sociedad más justa y una democracia participativa, se sumaban –en la vida escolar cotidiana-, exigencias y situaciones problemáticas que se debían absolver desde una mínima coherencia con el Ideario, tal como hemos revisado en los artículos anteriores, sobre los principios pedagógicos del Colegio La Casa de Cartón.

 

¿Que si el nintendo o el play station, que cuántas horas de tele, que si celebrar los cumpleaños en lugares privados caros o si hacer una celebración sencilla –para todos- en el colegio, que si Halloween o el criollismo? Aspectos relacionados con la vestimenta, la alimentación, los útiles escolares, los trapper kipper de ese entonces (una especie de super folders hermosos pero a los que no todos tenían acceso), y así un montón de cuestiones que se iban afrontando conforme surgían, que fueron ampliando los postulados del proyecto educativo a las diferentes áreas y consideraciones de la vida. 

El colegio nació como una alternativa a la educación tradicional y a los valores socio culturales de un sistema discriminador y anti democrático, cuya representatividad dejaba mucho que desear. Así que, desde los inicios, lo de Halloween y la influencia ideológica que suponía por parte de los países de habla inglesa (Estados Unidos, el Reino Unido, Irlanda y Canadá, especialmente) en el “American Way of Life” (estilo de vida norteamericano y/o de los países del hemisferio norte en general), fue revisado críticamente.

El colegio no promovió ni celebró dentro de sus instalaciones el Halloween, pero si alentó el gradual descubrimiento de la música criolla y diversas manifestaciones culturales de costa, sierra y selva que coadyuvaran a una mayor identificación con la “peruanidad” (1).   

Conforme el mundo se globalizó con las computadoras e internet, la pertenencia a la Humanidad se hizo cada vez más patente y ser ciudadanos del mundo o desarrollar ciudadanía ambiental pasó a constituirse un propósito bastante fundamentado en el colegio. El debate entre tipos de sociedades, que si socialista o neoliberal, fue quedando atrás con la certeza de que cualquier estructura social alternativa, necesariamente tendría que contemplar el respeto irrestricto a la Naturaleza mediante modos de producción saludables (no contaminantes y cuyos productos sean fácilmente biodegradables). No hay otra opción, ya que las alertas sobre el riesgo planetario y el daño irreparable al Medio Ambiente, dadas por científicos y organizaciones del más alto nivel de cualificación, así lo afirman contundentemente.

 

En ese nuevo escenario mundial y si ubicamos el primero de noviembre como el Día de los Muertos o de los Difuntos, para las sociedades occidentales con influencia cristiana de amplio espectro (no solo católica), entonces se hace más sencillo desdibujar los linderos y acoger como prácticas análogas aquellas que “celebran” tanto a los fallecidos, como mantienen vivos en el recuerdo a sus muertos, o asumen irreverentemente a la muerte con disfraces, fiestas y pedidos de golosinas casa por casa.

Los muertos y la muerte generaron curiosidad, misterio y fascinación desde el comienzo de los tiempos. Todos los pueblos, de todas las culturas y civilizaciones, han venerado a los muertos y vivido un respetuoso fervor por la muerte, estableciendo todo tipo de rituales y ceremonias para acallar los miedos que genera y generó desde las primeras largas caminatas que, partiendo de África -donde el sapiens apareció como especie-, poblaron el mundo.

Muchos de los rituales y ceremonias asociados a la muerte nos hacen ver que tanto los antiguos humanos como los actuales, elaboraron y mantienen creencias en una “vida en el más allá” o en la “otra vida”. Los entierros con vasijas, ornamentos, alimentos y hasta acompañantes (familias, guerreros o allegados enterrados vivos junto al fallecido), así lo evidencian.

La historia ha registrado las ocurrencias de los grandes imperios, civilizaciones, culturas y pueblos de la antigüedad gracias a la invención de la escritura. Pero resulta bastante farragoso adentrarse en explicaciones sobre pueblos de la prehistoria, justamente por no contar con relatos, si no, tan sólo, con monumentos, restos arqueológicos, tumbas o cementerios, así como vestigios culturales de corte artístico o utilitario (estatuas, pinturas, orfebrería, artesanía culinaria, tradiciones, mitos y leyendas y demás). Los celtas son uno de esos pueblos prehistóricos.

 

El Samhain de los celtas y de los ibéricos presenta componentes muy similares a los del Halloween actual y ancestral de los países de habla inglesa. Las similitudes con el Día de los Muertos celebrado en México y en todo el orbe occidental, salvando distancias de forma y algo de fondo, también están presentes. No se pierda la continuación de estas indagaciones históricas para redefinir si es posible empatar Halloween con el Día de los Muertos y evaluar en qué lugar queda la celebración de la música criolla. 

Mientras tanto, es oportuno irnos preguntando: ¿Halloween y/o Día de la Canción Criolla? ¿Cómo es ahora y qué reflexiones se hacen al respecto con los estudiantes y las familias?

 

 

                                                                                                                             Carlos Ureña Gayoso

                                                                                                                        Integrante de EDUCALTER

 

 

(1)  “Peruanidad” o “ser peruano” alude a una serie de aspectos históricos, geográficos, económicos y socio culturales que tendrían que definirnos y permitir identificarnos como miembros de un país. En artículos anteriores hemos revisado lo relativa y ambigua que puede ser la “peruanidad” y la urgente necesidad de seguir dotando de contenido a este concepto, dada la diversidad étnica y cultural que nos caracteriza.  

 

 

 

lunes, 17 de octubre de 2022

Ser ejemplo

El ejemplo es el principio pedagógico donde se plasma todo lo postulado académicamente, en la vida diaria. Comportarse ejemplarmente significa que seamos coherentes, íntegros. Que nuestras ideas y postulados educativos se condigan con nuestras expresiones y maneras afectivas al expresarnos y que nuestras conductas avalen lo que pensamos y sentimos. Es hacer evidente, a niveles básicos al menos, que pensar, sentir y actuar están alineados en nuestro ser y que hay solvencia en nuestra prédica pedagógica.

Mariano Moragues, nuevamente en su “Hacia la escuela posible: Sistematización de la experiencia educativa del colegio La Casa de Cartón”, nos explica que el ejemplo consiste en “ofrecer a los chicos modelos de identificación positiva de los propios maestros y a través de personajes de la vida real. Esa imagen modélica debe entenderse no tanto como una realización acabada y perfecta, sino como personas que viven un esfuerzo honesto e intenso de búsqueda de coherencia” (p. 118).

Continúa Mariano:

“«De tal palo, tal astilla», «Los tiestos se parecen a la olla», «No pedir peras al olmo», «Quien a buen árbol se arrima, buena sobra lo cobija» son refranes que ha creado la sabiduría popular para expresar toda una filosofía de la influencia. Nuestro modo de ser, pensar, sentir y actuar no es finalmente tan nuestro. En gran medida, es fruto de un complejo mundo de influencias recibidas. Seguramente, hoy los factores de mayor influencia en la vida humana son: en primer lugar, los padres o el ámbito familiar; después, el entorno sociocultural, la escuela, los medios de comunicación social y, dentro de ellos, la televisión y las redes sociales, hoy, tienen un fortísimo influjo. Todos estos factores transmiten, de alguna manera, una filosofía de vida que influye modélicamente en todas las personas, pero de una manera especial en las primeras etapas del desarrollo evolutivo, en las que no hay una conciencia ni una libertad, que permita seleccionarlas autónomamente. Ni los padres ni la escuela en general ni los maestros en particular pueden abdicar de su rol modélico. Somos, querámoslo o no, arquetipos para nuestros hijos o alumnos, y lo somos, no tan solo ni principalmente con nuestras palabras, sino fundamentalmente con nuestra conducta y estilo de vida. Tenemos que asumir responsablemente esta feliz y comprometida realidad. Feliz porque finalmente hace que nuestros hijos o alumnos sean de algún modo nuestros, no solo en un sentido biológico, sino también psíquico, ideológico y existencial. Comprometida porque esa dichosa e inevitable trascendencia nuestra tiene repercusiones en lo más hondo de la vida de quienes más queremos ver felices” (p. 124).

Resulta pertinente aclarar que el que sean nuestros, feliz y comprometidamente, no implica en absoluto imposiciones o determinismos asfixiantes, sino que al ser nosotros mismos e influir positiva y conscientemente en su formación, les damos el espacio democrático, libertario, creativo, responsable y solidario para que nuestr@s hij@s o alumn@s, busquen y encuentren su propio estilo, desplieguen su ser personal para llegar a ser ellos o ellas mismas.  

Retomemos  el discurso de Mariano: “Hasta que nuestros hijos o alumnos hayan alcanzado una sólida moral autónoma son dependientes de nosotros. Después se convertirán en «hijos de la vida», como dice G. Kahlil Gibran, pero premunidos de todo un bagaje interior y anterior que tendrán la facultad de rechazar. En ese momento, entre los quince y diecisiete años, tendremos que aceptar una metodología diferente al enfrentar lo ideológico y lo axiológico: más que responder, habrá que abrir preguntas, presentar dilemas y situaciones conflictivas, además de tratar de que los muchachos se clarifiquen a sí mismos y asuman convicciones propias, comprometida y consecuentemente. Claro está que estas convicciones propias tendrán raíces en los esquemas previos y se harán propias en cuanto sean aceptadas como tales. Esto no significa que el educador deba inhibirse de opinar (lógicamente, por razones didácticas, no anticipándose) y tampoco significa que su opinión vaya a carecer de peso e influencia, pero deberá incluir nuevas y respetuosas dosis de apertura, tolerancia y pluralismo” (p. 124).

 

“El ser educadores nos obliga a dar ejemplo o más bien a ser ejemplo de aquello que proponemos a nuestros educandos, por razones de ética, e incluso de eficacia. Lo contrario sería una farsa desquiciadora. Con nuestro ejemplo, «excitamos con las propias obras la imitación de los demás», tal como reza el Diccionario de la lengua española al referirse al significado de «ejemplo», según nuestra acepción. Si esto vale en general, es más claro y pertinente cuando nos referimos a los hijos o alumnos y más aún si estos son menores. No hay escapatoria por oneroso que resulte: somos, irrenunciablemente, modelos de identificación para nuestros chicos. Solo nos queda encarar con alegría, valentía y responsabilidad nuestra trascendencia” (p. 124).

“La conciencia de nuestras debilidades e inconsecuencias y también la conciencia de la importancia de nuestra influencia nos pueden apabullar, pero no es la perfección lo que los chicos tienen derecho a esperar de nosotros, sino la honestidad en el esfuerzo de superación y de coherencia. Eso es todo lo que podemos ofrecer y es todo cuanto nos es exigible, pero esto ya es mucho y suficiente. La pedagogía de nuestros abuelos estaba poblada de modelos y especialmente en la formación moral se utilizaba con frecuencia el estímulo de «vidas ejemplares», que se convertían en parámetro de vida en algún aspecto: honor, valentía, generosidad, serenidad, santidad, trabajo, etcétera. Desde Esopo, seguido por Cervantes y hasta por Batman, se han necesitado y utilizado los parámetros encarnados en personajes reales o fantásticos, y la pedagogía de hoy no puede estar ajena a una didáctica que creemos universal. Quizá nuestra pedagogía se ha vuelto excesivamente «conceptualista» y relativizadora, y no se atreve a presentar claroscuros diferenciados por temor a caer en el maniqueísmo. Sin embargo, ese enfoque es desorientador para los chicos, quienes necesitan el refuerzo de lo concreto, imágenes nítidas, distinciones claras, posiciones definidas, sobre todo en las etapas en que no son capaces de discernimiento autónomo. Es cierto que en la vida real nada es absolutamente blanco o negro, pero también es cierto que los matices, la equidad y el perspectivismo tienen su momento y si pretenden ofrecerse anticipadamente confunden, desestabilizan y angustian a los niños, ya que no pueden asimilarlos equilibradamente” (p. 125).

“Abogamos, en fin, por restaurar en la escuela una pedagogía que proponga modelos claros y coherentes de aspectos esenciales de la vida, si no queremos que se erijan en modélicos los representantes de valores que recusamos: «rambos», «ricos y famosos», etcétera. A medida que crecen, los niños podrán ir asimilando que no existen modelos puros y perfectos. Además podrán entender que la marcha hacia la superación personal y colectiva es una marcha dificultosa, con avances y retrocesos, que no descalifican el anhelo de proyectarse a la vivencia de determinados principios y valores. El maestro tiene una oportunidad diaria de ser ejemplo de tantas cosas: de trabajo, de generosidad, de solidaridad, de democracia, de afán de superación, de capacidad autocrítica. En fin, de todo. Sin angustias, ¡seámoslo de algo!” (p. 125).

                 

Mariano nos arenga a ser ejemplo del algo. De aquello en lo que seamos competentes, hábiles, diestros, capaces. De aquellas cualidades o virtudes que nos son afines naturalmente, que fluyen en nuestro ser con mayor facilidad y abundancia. De actitudes y valores positivos en los que tanto esfuerzo hemos puesto para acercarnos un poquito siquiera. Todos tenemos alguna luz o algunas luces que reducen nuestros defectos y contradicciones. ¡Hagámoslas brillar!

Y será este el momento para rendir un apasionado y afectuoso homenaje a uno de los paradigmas ejemplares del Colegio La Casa de Cartón. Gracias Mariano por ser un ejemplo de competencia académica, imaginando y diseñando el proyecto educativo del Cole, sistematizando la experiencia en el marco de principios filosóficos, pedagógicos y psicológicos, dando las pautas prácticas para el desagregado de actitudes, capacidades intelectuales y destrezas, secuenciando los logros y brindándonos programaciones tentativas sugeridas por grado y ciclo. También se te agradece el ejemplo preclaro en la conducción del colegio durante los primeros 20 años, sacrificando espacios personales por alcanzar el sueño de ver crecer el colegio, jugando con los más pequeños, conversando con madres y padres, dialogando reflexivamente con estudiantes mayores sobre el sentido de la vida y tantas otras cuestiones importantes y aquellas más bien lúdicas. Tu actitud positiva y serenidad nos enseñaron tolerancia, paciencia y buen humor ante las dificultades y problemas que tú asumías como retos y te abocabas a buscar las soluciones posibles, aun en momentos en que se presentara algún malestar de vez en cuando. Tu ejemplo al compartir hombro a hombro la construcción del muro perimétrico con el egipcio -nuestro querido maestro albañil Teodoro Arteaga-, tantas aulas y ambientes para brindar mejor atención a nuestros estudiantes o fabricando desde sillas a rompecabezas, motivaba a que sin palabras, docentes y familiares nos sumáramos a la tarea. Tanto de ti diseminado en cada objeto, en cada ambiente y en cada relación humana, en cada persona, niño o niña, adolescente o adulta, con la que estableciste o estableces contacto. Dejaste huella en todo lo que tocaste.

He conocido pocas, muy pocas personas tan consecuentes y perseverantes en buscar coherencia como Mariano Moragues, quien con transpiración e inspiración dedicó su vida a hacer del colegio lo que hoy sigue siendo gracias a la formación y entusiasmo que transmitió con su ejemplo a los que hoy dirigen la escuela y forman el equipo de docentes. Todos aprendimos de tu manera de ser y estar en este mundo y fue muy elocuente tu sabiduría para sacar de cada uno lo mejor y convertir al colegio en un semillero de valores y gente solidaria, libre, buscadora de verdad con tanta creatividad. Gracias Flaco.

 

PD: Se extiende el presente homenaje a personas tan ejemplares como Francisco Soberón, nuestro querido líder en la defensa de los Derechos Humanos en nuestro país, que tuvo a sus hijas en nuestro colegio y que lamentamos su partida. También a tantísimas madres y padres, al equipo docente y directivo en pleno, así como a estudiantes, que son ejemplo de esfuerzo y trabajo, de alegría de vivir y entusiasmo, de pasión por llegar a ser ell@s mism@s, de valores y actitudes positivas, de ciudadanía ecológica y sobre todo, de ser personas plenas con un sentido bastante claro en esta vida y época que nos toca vivir. Gracias a tod@s.

 

                                                                                                                             Carlos Ureña Gayoso

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