En el artículo anterior,
vimos la importancia de estar y sentirnos bien para poder acompañar creativa y positivamente a nuestros hijos e hijas con los aprendizajes
virtuales que ellos afrontan en esta
época de cambios. Compenetrarnos
con la propuesta pedagógica del
colegio y, especialmente, con la metodología del trabajo de actitudes, habilidades y destrezas,
era, como dijimos, la manera de prepararnos para
ser las mejores maestras y maestros de la casa.
Foto:
Lamenteesmaravillosa.com
En el presente artículo, vamos a
considerar la importancia de las edades de los y las estudiantes virtuales, así como los aspectos lúdicos
y vitales al acompañar
el proceso de enseñanza aprendizaje.
Con niños y niñas del Primer Ciclo,
entre 4 y 7 años, la
vitalidad y el juego,
la creatividad en cualquiera de
los lenguajes de las artes, son las herramientas
fundamentales para captar
fácilmente su atención y liderar el proceso. El adulto lúdico y entusiasta se hace
rápidamente de un lugar privilegiado
para acompañar a chicas y chicos en sus aprendizajes.
Se puede empezar con simulaciones, juegos
de
roles, actuaciones
tipo teatrales. canciones, cuentos, dibujos o movimientos corporales, para iniciar un juego donde seamos artistas, exploradores, científicos, astronautas, viajeros,
campesinos andinos o selváticos, superhéroes, cocineros
o lo que le guste al pequeño aprendiz.
Una vez que estemos en el juego, escuchamos lo que la profesora
nos explica, los retos
del proyecto y lo
que se quiere lograr, para adecuarlo a la dinámica
divertida en la que nos encontramos. Cuando
sea necesario, utilicemos la computadora para buscar algún dato o para organizar la información que se ha ido recogiendo, tras haberlo hecho en el cuaderno o en el folder, con
ilustraciones, dibujos, fotografías, recortes y demás material concreto.
En estas edades, los límites y normas en los
juegos que nos llevan al trabajo escolar, son especialmente importantes para apoyar la salida del egocentrismo
y la
mayor ubicación en el universo
socio cultural. El pensamiento concreto que
caracteriza la etapa preoperatoria, nos obliga a
centrarnos en un objeto o idea por vez, así como a distinguir fantasía de realidad, a
establecer por qué algo es bueno o malo y todo lo relativo a causas y consecuencias.
Casi cualquier cosa es
oportunidad para hacer un trabajo de aprendizaje si somos lo suficientemente creativos,
vitales y juguetones como para descubrir el mundo con ellos. Partamos de un juego virtual o de la
realidad cotidiana, se
pueden precisar significados de palabras, pronunciarlas correctamente, contar numéricamente
desde jugadores de fútbol hasta objetos que hay en la sala o el dormitorio. Apreciar
formas, tamaños, colores,
cantidades, ponerles
símbolos y presentarles gradualmente, los códigos emblemáticos que deseamos
aprendan a decodificar, es decir, los números y
las letras. Todo ello fortalecerá el desarrollo de la función simbólica y afirmará el lenguaje, al hablar, escuchar, leer o escribir.
Con los y las estudiantes del Segundo Ciclo,
cuyas edades oscilan entre 8 y 10
años, se puede utilizar la misma
estrategia vital y divertida pero reduciendo el nivel
de fantasía y sacándole más el jugo a las maravillas de la realidad
natural y socio cultural.
El pensamiento sigue siendo concreto, pero
ampliamente divergente, así que el realismo, las inferencias
lógicas
y
las
razones
convincentes, aquí y ahora, en el presente, le permitirán
comprender, además
de seguir descubriendo, el mundo que los rodea.
Nuestro acompañamiento en ese proceso puede ampararse en un cabal manejo de
las computadoras y otras TICs por parte de las chicas y chicos.
Si no sabemos usarlas, ellos nos
enseñarán. El lenguaje
y la función simbólica se afirman
plenamente. La normatividad social
está mejor interiorizada y la atención descentrada, lo que les permite captar
algunos asuntos a la vez.
En el Tercer Ciclo, con
púberes entre 11 y 13 años, el rol del familiar que los acompaña puede dar un giro sustantivo hacia el diálogo divertido e interesante, muy vital y creativo, pero un tanto
menos lúdico, -o buscando formas lúdicas apropiadas para la edad-, que en los dos ciclos anteriores. Nuestro liderazgo puede haber sido cuestionado, incluso desde el
segundo ciclo, pero la idea es ir alternando roles y democratizar la conducción de los procesos
de aprendizaje en casa. La afirmación de la identidad
sexual y personal deviene
en una necesidad fundamental del desarrollo de nuestras hijas e hijos.
El pensamiento se torna formal, pasando
de lo concreto a lo abstracto. Es analítico y crítico;
lógico al deducir e inducir ideas y representaciones de objetos, seres y situaciones; capaz de sintetizar conceptos y circunstancias, así como
de evaluar su aplicabilidad
con hipótesis y probabilidades, tal como lo hace cualquier persona. Empezar a interpretar el mundo,
las relaciones humanas
y los temas de pareja y
sexualidad pasan a ser vitales. Aprender
con ellos al acompañar su proceso, deviene en una aventura fascinante. El manejo tecnológico se da por descontado.
Estas mismas características, potenciadas al máximo, se observan en las y los estudiantes del Cuarto Ciclo. Su mayor interés
por temas existenciales respecto al sentido de la vida, a definiciones filosóficas, a los valores que rigen, orientan y orientarán su existencia, van aparejados
con las inquietudes sentimentales y sexuales. El manejo científico y tecnológico, la curiosidad por los diferentes lenguajes artísticos, en simultáneo con la preocupación por aspectos sociales y culturales, el
interés sobre los derechos y libertades de las personas, la forma de estar organizado (o desorganizado) el mundo, dentro
de la curiosidad por saber y conocer de todo, nos permite ser una fuerte influencia
positiva en sus vidas si aplicamos lo mejor de nosotros para que nuestros adolescentes nos permitan
ingresar a sus dominios.
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Para acceder
a “su” mundo y ser un buen ascendente en la pubertad y
adolescencia de nuestras hijas e hijos,
es preciso:
El diálogo
franco, abierto y transparente sobre
estos aspectos de la vida; que puede convertirse en un deleite lúdico y vital si nosotros, los adultos, tenemos saneados los aspectos
básicos y sustantivos de amor propio, adopción
de una filosofía y escala de valores consistente, así como perseverancia en nuestro
despliegue como seres integrales, buscando
ser
mejores, mas no perfectos ni perfeccionistas.
La coordinación continua con el tutor o tutora del colegio dentro de una visión mancomunada casa-escuela, en la que juntos nos dediquemos a apoyar
el proceso de formación integral de nuestros seres queridos[1].
Foto: Ciec.edu.com
[1] Para el presente artículo, se ha utilizado un resumen personal de las etapas del desarrollo
evolutivo de Piaget y los lineamientos del Anexo 3 “Secuencia de objetivos
generales de actitudes”, del libro: “Hacia la escuela posible”, de Mariano
Moragues, fundador e ideólogo del Colegio la Casa de Cartón.