Las justificaciones, pretextos y
excusas para mantener actitudes negativas frente a lo que nos ha tocado vivir y
no nos gusta (la pandemia y sus restricciones), pueden ser revertidas por
actitudes positivas y una posición constructiva, si asumimos plena y conscientemente
la educación que nuestros familiares y el Colegio La Casa de Cartón nos vienen
brindando desde que éramos niñas o niños. El colegio y las familias que lo
integran se han propuesto “formar personas solidarias, buscadoras de verdad,
libres y creativas para una sociedad democrática y un mundo ecológicamente
viable”.
En esa lógica: ¿Cómo me convierto en
agente de cambio en casa, con mis amigos y amigas y en el colegio? ¿Cómo puedo
pasar del bajón y del agobio de la pandemia a ser un aporte dondequiera que
esté y con quienes interactúe? ¿Cómo paso del agotamiento y las actitudes
negativas a ser un representante digno de esa formación en actitudes positivas,
en ser parte de la solución, en ser resiliente y aportativo para mejorar las
cosas y no empeorarlas?
Veamos algunas alternativas para
pasar de actitudes negativas a positivas. En primer lugar, podemos hacer una
auto y una heteroevaluación, para saber dónde estamos, cuál es el punto de
partida en el que nos encontramos. El autodiagnóstico puede incluir preguntas
del tipo: ¿Qué es lo que más extrañas hacer?, ¿qué te viene
enseñando esta pandemia para tu desarrollo personal?, ¿qué cosas valoras ahora
más que antes?, ¿qué es lo que más miedo te da? La heteroevaluación puede
consistir sencillamente en preguntar a tus familiares y amigos cómo te ven,
cómo te perciben y sienten en esta época. También pueden diseñar juntos, entre
compañeros de clase e incluso, pidiéndole ayuda a las o los tutores, unas
preguntas para establecer nuestra calidad de vida actitudinal aquí y ahora.
En segundo lugar, podríamos mencionar
la identidad y la identificación. Si me identifico con los valores de La Casa
de Cartón: Solidaridad, Libertad, Búsqueda de Verdad y Creatividad; y con los
ejes transversales del colegio: Ciudadanía Democrática y Consciencia
Ecológica, entonces ya contamos con un primer paso firme y decidido.
Identificarse es sentirse parte de un proyecto, filosofía o estilo de vida,
para asumirlo y adoptarlo como propio. Justo en la adolescencia empiezan las opciones
que harán posible definirse uno mismo, estableciendo la escala de valores que cada
quien escoge para orientar el pensamiento, la palabra y la acción que
caracterizará su vida actual y la de las siguientes etapas de la vida. Estas
decisiones y elecciones condicionarán, a su vez, la vida social y la
afectividad que la acompaña, las responsabilidades y compromisos que
contraeremos consciente y voluntariamente. Los valores pueden cambiar, enriquecerse
o ampliarse y podemos ser más o menos coherentes con nuestros ideales, pero
sentirse identificado, ser parte de un colectivo y adoptar su manera de ser,
pensar, sentir y actuar, nos proporciona una vivencia de seguridad, claridad y
firmeza enormes.
En tercer lugar, podría estar la
gratitud. A pesar de todas esas cosas que están ocurriendo y que pueden
frustrarnos, agobiarnos y justificar cierto pesimismo y actitudes negativas,
tenemos mucho, muchísimo, por lo cual estar agradecidos. Cuando abrimos los
ojos estamos en una cama dentro de una habitación para nosotros solos o
compartida con un hermano, con sábanas limpias, con almohada y hasta pijamita.
Vamos al baño (¡tenemos uno o más baños en casa!) y sale agua de los caños,
contamos con todo tipo de utensilios para nuestra higiene personal, hay desde
una ducha con jabón y champú, hasta palitos con algodón en las puntas para
limpiar nuestras orejas. Todo tenemos. En la cocina, ni hablar. Baste con
recordarnos que podemos elegir el menú. Algunos, incluso pueden ser
vegetarianos, y aunque los productos orgánicos encarecen el presupuesto de
alimentos, son mucho más saludables. Accedemos a todo lo necesario para una
vida de calidad y, en esas maravillosas condiciones, podemos ser tan necios que
nos quejamos o regañamos por lo que nos pueda faltar, en lugar de agradecer
todo lo que nos regala el esfuerzo de nuestros familiares.
Vemos en la tele, conocemos personas
y/o escuchamos a nuestras madres, padres y docentes que la gran mayoría de
ciudadanos de nuestro país y del mundo, no cuentan con las facilidades y bienes
que nosotros sí tenemos al alcance. Algunos acarrean agua en baldes o
recipientes a sus viviendas, las que son tan pequeñas que no permiten
independencia o intimidad. Si hay computadora, una tiene que abastecer a todos.
No cuentan con celulares, computadoras, tablets y demás artefactos que los
conecten al mundo virtual de la educación y las amistades. Algunos tienen que
asistir a comedores populares para alimentarse. Realmente, somos privilegiados.
La gratitud y valorar todo lo que
tenemos puede permitir que nos sintamos y estemos positivos, aún ante esta
“nueva normalidad”. Y eso que solo estamos recordando aspectos materiales. El
tener un hogar, así nuestros padres estén separados; el estudiar en La Casa de
Cartón, así las clases sean en línea; el tener amigos y comunicarnos con ellos,
así sea por dispositivos virtuales; el contar con tiempo de calidad para leer,
pintar o dibujar, escuchar o tocar música, hacer ejercicios, cocinar, hacer
experimentos, fabricar cosas, reparar algo de la casa y cantidades de cosas que
podemos hacer gracias a los medios con que contamos, son aspectos que nos
regala la vida y que –si los aprovechamos bien- pueden servirnos de base para
desplegar nuestro potencial y lanzarnos a realizar nuestros sueños y anhelos.
Ciencia, técnicas, filosofía, arte en
sus múltiples lenguajes, ratos en familia, ratos a solas, conversas con amigos,
con la o el enamorado/a, todo tipo de máquinas y equipos para poder desarrollar
nuestra creatividad en cualquier campo que nos guste y apasione, entonces: agradecer
es la consigna.
Y una de las maneras más efectivas de
hacer evidente tu gratitud es hacer algo bueno o bonito por aquellos a quienes
quieres. Y mejor todavía, hacer algo por esos compañeros o compañeras de clase
que andan medio solitos. Llamarlos y preguntarles ¿cómo están? ¿en qué andan? Y
darles un poco de tiempo, nos permitirá convertirnos en personas de cambio.
Inventar en grupo actividades
divertidas, crear cuentos o canciones colectivas, jugar juegos en línea e
incluir a los más retraídos, son posibilidades a explorar entre compañeros de
clase. Y en casa, puedo dialogar con mis familiares para establecer un horario
personal, así como una serie de responsabilidades y retos que podemos asumir
como miembros de una familia. Como dice la propaganda de la vacunación: “Todos
pongamos el hombro”.
Decidir convertirme en una luz, en un
sol y ayudar a los demás con mi sonrisa y buena onda, dándoles mi tiempo e
interés, es preferible a cocinarme vivo en mi propio malestar y fastidio. No
olvidemos que la mejor manera de expresar el amor que se siente es dando
tiempo. Tiempo es amor, digamos.
Y una última sugerencia. Después de
la secundaria, muchos de ustedes tendrán la posibilidad de estudiar una
carrera, ya sea técnica o profesional, o dedicarse a algún arte o quehacer a
nivel de peritos o expertos. Entonces, si eso es lo que viene, ¿no sería
interesante ir preparándome para lo que vendrá? Ahora hay un poco más de tiempo
y puedo ponerme a investigar qué carrera me gustaría seguir y dedicar parte de
mi horario a ello.
¿Tienes un horario? ¿te estás
organizando para desarrollar al máximo tu potencial como persona? ¿Quieres ser
un sol, luz para ti mismo y tu entorno?
Con todas las herramientas que te ha
dado el colegio y tu familia: hábitos, actitudes y valores, habilidades
cognitivas e intelectuales, destrezas psicomotrices y artísticas, ¿qué decides
hacer con tu vida hoy? ¿Qué esperas para ponerte las pilas?
La pelota está en tu cancha. Y si
tuvieses dudas, busca orientación y ayuda, que para eso estamos los adultos de
tu entorno que te generen confianza. Tus padres, abuelos, hermanos o hermanas
mayores, profesoras y profesores, alguien que tú escojas, si los buscas para
hablar de temas importantes, estarán ahí para ti. Hay que sacarlo todo afuera
para que adentro crezca vida nueva, cantaba Mercedes Sosa. Fuerte abrazo
solidario.