De acuerdo a los estudios que vienen realizando expertos de varias
universidades peruanas, la niñez, -sobre todo, la primera y segunda infancia
dentro de ella-, sería la etapa más afectada psicológicamente por la pandemia.
Entendamos “niñez” como el lapso del desarrollo humano comprendido entre
el nacimiento y la adolescencia, es decir, el ciclo vital que va de 0 a los 11
o 12 años, en que comienza la pubertad. Existe cierto consenso entre autores
sobre los tres periodos que presenta la niñez:
1. La lactancia, entre el nacimiento y los
dos años aproximadamente, en que el lactante (recién nacido, neonato o bebé),
se alimenta o debería alimentarse con leche materna, dependiendo de los hábitos
maternos, la cultura de pertenencia, la necesidad o la posibilidad de hacerlo.
Coincide con la etapa sensorio motora de
Piaget. En esta fase, el lactante interactúa con el mundo exterior atendiendo a
los estímulos y a la variedad de ellos, así como al lenguaje humano que
reconoce entre todos los sonidos. Se comunica a través del llanto durante el
primer año y aprende las primeras palabras para señalar objetos y pedir lo que
necesita. Se completa la maduración de múltiples funciones neuropsicológicas
gracias al habla / escucha y a la diversidad de estímulos, sumados a una
alimentación de calidad que determina la cantidad y cualidad de conexiones
neuronales. El movimiento corporal y los juegos repetitivos con reacciones sensoriales (risas,
cosquillas, canciones, sonidos o palabras amorosas …) son fundamentales para el
despliegue de la cognición e inteligencia motora, así como para la aparición de
la seguridad y confianza básicas a nivel afectivo.
2. La primera infancia, entre el destete y los
seis o siete años aproximadamente, en que el infante despliega el lenguaje y
las habilidades comunicacionales, desarrolla la motricidad fina y fortalece la
seguridad y confianza básicas tras la lactancia, incorpora hábitos y actitudes,
entre otras muchas habilidades y destrezas.
Se corresponde plenamente con el periodo
pre operacional de Piaget. En este estadio, el infante afirma el lenguaje y
amplía su vocabulario, realiza sus primeras interacciones fuera del entorno
familiar hasta integrarse en las escuelas, desarrolla niveles básicos de
empatía con lo que contrarresta el pensamiento egocéntrico (basado en sus
necesidades) y afirma su seguridad y confianza básicas. En términos cognitivos,
se consolidan y amplían las conexiones neuronales, dándole al infante un nivel
de interés por conocer, entender el mundo, aprender e imitar roles, sumamente
intenso y provechoso para su desarrollo intelectual y socio afectivo. La lógica pre operacional se plasma al ser
capaz de utilizar categorías elementales para clasificar los objetos y aspectos
sencillos de la realidad.
3. La segunda infancia, entre los 6 o 7
años y la pubertad que inicia la adolescencia, en que el niño manifiesta lo que
antiguamente se entendía como “uso de razón” y que hoy se define como
pensamiento lógico operativo concreto y que corresponde a la etapa de las
operaciones concretas de Piaget.
En esta etapa, la capacidad de empatía
de las niñas y niños les permite comprender cómo se sienten los demás y asumir
paulatinamente la responsabilidad de sus actos. La disciplina y moral
heterónoma (propuestas por sus mayores), son asumidas con facilidad en su deseo
de comprender el mundo en el que vive y a las personas de su entorno. Es capaz
de ir ampliando su universo lógico, estableciendo relaciones de causalidad (causas
y efectos), así como incorporando modelos matemáticos básicos (operaciones
básicas, regla de tres, noción de conservación, proporcionalidad elemental, analogías,
series, conjuntos y subconjuntos). En esta fase, todo el saber proviene de la
observación de elementos claramente definidos y precisos de su entorno (objetos
físicos, materiales y aspectos emocionales que él viva y sienta), los que su
cognición asimila, acomoda y adapta. Por eso lo de concreto.
Como se puede notar, cada etapa del desarrollo es requisito para
estructurar la siguiente y una adecuada secuencia, con suficientes estímulos
físicos (sensoriales o motrices), alimenticios, lingüísticos, cognitivos e
intelectuales, socio emocionales y culturales, permitirá que los niños y las
niñas adquieran mayores habilidades específicas por edad, en función de sus
capacidades potenciales. Estas generalidades se adecúan al proceso propio de
cada niña o niño. No es rígido sino, más bien, flexible y respetuoso de cada
individuo.
Para concluir esta primera entrega sobre el tema, vayan deduciendo las y los lectores, las tremendas implicancias sobre el despliegue global de competencias que podría tener la pandemia. Las limitaciones de acceso a espacios abiertos, a estímulos recreativos y formativos que los parques, los patios de recreo y la calle en general, pueden aportar al desarrollo integral de la niñez es significativa.
Igual ocurre en términos de socialización y expresiones de afecto
(abrazos, besos, dadas de mano y cariño en general). Las limitaciones que la
pandemia trae consigo en función de reducción de las relaciones
interpersonales, con profesores y profesoras, con niños y niñas de su misma
edad (los pares), así como con todas las formas de vínculo externo a la familia
que los chicos y chicas entre 3 y 11 años puedan tener, tanto de índole
propiamente social o de acercamiento a las manifestaciones del arte y la
cultura, influirán de una u otra manera en el desarrollo pleno de su ser como
personas totales.
¿Cómo podemos contrarrestar estas limitaciones desde la casa y la
escuela? ¿Cómo compensamos las carencias en términos de vínculos reales ahora
que las pantallas han asumido una parte decisiva en la educación de nuestros y
nuestras hijas e hijos?
No se pierda la continuación de estas reflexiones en el próximo capítulo
sobre Niñez y pandemia, aquí, en el blog del Colegio La Casa de Cartón.
Créditos fotos
Lactancia: Fotos Google
Infancia y niñez: Fotos de los estudiantes de la Escuela Rural San Juan de Acraquia, Tayacaja, Huancavelica.
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